El decir golpea al cuerpo y su eco es la pulsión

Aquello que no se puede rememorar, retorna como repetición.

Y Freud se pregunta ¿porqué poner en escena en forma repetitiva algo que en apariencia produce displacer? Y plantea, existe una energía distinta de la sexual que se opone al principio del placer. Es decir, existe otro tipo de satisfacción pulsional y algo obtiene su recompensa en la reiteración.

“… en el caso aquí discutido, la única razón de que el niño repitiera como juego una impresión desagradable era la que a dicha repetición se enlazaba una consecuencia de placer de distinto género, pero más directa”[1]

Avancemos un poco más. Hay cierto tipo de juego que no pasa por la alienación del deseo del Otro, sino justamente establece una relación más directa, más directa con lo real, diríamos en lenguaje lacaniano. Es un juego que intenta establecer  una relación sin intermediario.

Freud interrogó esas experiencias displacenteras que retornan con insistencia y concluye que: si un suceso fue penoso se reitera “si una experiencia desgraciada, no deseada e inesperada, entra en el automatismo de repetición, es porque el peligro externo de muerte evoca y cuenta con un aliado interno: esa desconocida, la muerte está asociada con una apetencia pulsional”[1]. No olvidemos que el dolor es un placer que tiene una curva más pronunciada en el tiempo… y en el cuerpo.

Así, la repetición del trauma aspira a obtener una satisfacción en sí misma, revivir el instante traumático aporta un beneficio, entre otro, y es la ilusión de la aprehensión de ese lenguaje inconsciente del cuerpo – en palabras de Francoise Dolto-, la apropiación del decir del cuerpo, y sobretodo la ilusión de trascender al cuerpo, que sería algo así como la muerte (Sade).

Lo de transcender al cuerpo es justamente lo que se busca, así lo que emerge es un acceso a una experiencia sin intermediario, sin ese Otro, intentando ir más allá de esa palabra corporizada.

“Las pulsiones son el eco del decir en el cuerpo”[2] nos dice Lacan, y la reiteración de esa pulsión intenta omitir al Otro, sin embargo todo ese artilugio que rodea al Otro del lenguaje muy bien puesto en escena en la clínica de la toxicomanía siempre esta precedido por un decir corporizado no rememorado o por un cuerpo que habla pero intentando torear al Otro.

Las palabras significan en el cuerpo, en esa operación hacen su eco y es por eso que es un cuerpo aquello que se goza.

Por lo tanto, la pregunta siempre es por lo que el cuerpo lleva como escritura. Las palabras nos habitan y se presentan en un cuerpo como lugar enigmático pero presto a la lectura. Si las palabras nos habitan, nos corporizan ¿porqué no pensar que a través de ellas podemos retomar un cuerpo, sirviéndonos de un Otro? Pues al  fin y al cabo son ellas las que nos transforman…

Palabras claves: repetición, pulsión de muerte, cuerpo, lenguaje.

 Escrito por: Karin Cruz T.

 

[1] Freud, S. OC Vol. 3 Pág. 2513. “Más allá del principio del placer”.

[2] Seminario XXIII