Plano de Dublín, ciudad de la conversación

Dublin 1905

Dublín es una fantasmagoría. La de Joyce. Evocada o reconstruida desde el continente. Otra fantasmagoría. Este plano parece dividido en dos, dos caras, pero no hay que engañarse, uno empieza a descifrarlo y se vuelve poroso. Deja su apariencia de signo y se abre como un Éxodo – y éxodo se dice Los nombres. Los viejos mapas tienen residuos, trazas, marcas, quemaduras de cigarrillos, manchas de café, polillas clochardizadas pegadas en algún lugar, recorridos des-parecidos, otros que están intactos, Plan of Dublin es un tesoro de colecciones leído desde Uli-ses. Daniel Merro dibujará, bosquejará, rastreará. Intervendrá. Su toque irlandés de Argentina. No tenemos que olvidar la palabra inventario, hay que seguir hasta hacerla frase. No realista. Nominalista. Joyce es un no realista porque nunca buscó alcanzar el fundamento de los fenó-menos y tampoco se perdió en juicios acerca de los niveles de la realidad. Esa pedantería del saber. Joyce fue un nominalista porque se negó al realismo de la esencia y sólo le reconoció existencia a los individuos. En el camino le fue poniendo nombre a las cosas.

Nosotros la reconstruiremos desde Ulises. Un plano, dibujos y fotos contemporáneas.

James Joyce “ese comediante del inventario” (Kenner), desdeñoso de la palabra exacta de Flaubert, al que le criticó el pasado simple, sin embargo no estaba tan lejos, tiene las palabras pero busca el orden. El comediante arma frases para un plano de Dublín de 1904. Tiene al costado el Freeman Journal, a su tía Josephine en la Isla. Va de atrás para adelante, pasando por el presente. Joyce es un car-tógrafo del orden de la frase. Frank Budgen le pregunta: “¿Has estado buscando la palabra exacta?” No – respondió Joyce – ya tengo las palabras. Lo que busco es su perfecta disposición en la oración. Hay un orden que resulta apropiado en todos sentidos. Creo que lo he logrado.”

Cruzar y multiplicar las referencias. El Ulises es un paquete: y cada presente lo desata.

Lo evidente: Dublín 1904 sólo puede ser fotografiada desde el presente.

Con un Plan of Dublin trabajó Nabokov, que terminó denigrando a James Joyce.

El hogar es una lejanía. Un plano es una promesa.

Ya en el plano se intuye a Joyce. Ese Joyce lustrador de historias, en el sentido exacto del que lustra muebles. Historias de sirvientitas dicen sus denigradores, esos realistas que hablan de humanidad en general. Sí, por qué no. Pero probo: Le preguntó Aidan Higgins a Beckett qué pensaba de Joyce: “La probidad”, dijo Beckett.

Leopold Bloom caminará por este mapa. Un día entero. Leopold hijo de un judío húngaro suicidado. El nombre judío divide, sigue dividiendo. Bloom lleva un nom-bre judío, eso no se puede disimular. Y como sabemos, el nombre judío causa y sigue causando problemas. Ya vendrá esa historia. Por ahora ponemos a Bloom en el mapa. Y está Stephen Dedalus, hijo de un funcionario empobrecido, algo vago, hombre de café. Que también hace su entrada.

Este plano es como el busto de Miss Counihan donde “todo es centro y nada es circunferencia.”

Daniel Merro: Ilustraciones
Hugo Savino: Textos

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