Maurice Blanchot

OH ACABAR COMPLETAMENTE

Que nadie se deje engañar. Nuestra intención no es rendir homenaje a Samuel Beckett, cuando sabemos todos que tal palabra, de la que no está ausente una idea de glorificación, le ha sido siempre ajena. En cierto modo, cuando apareció Molloy, y después Malone meurt, fuimos ingenuos (Georges Bataille, Maurice Nadeau y yo) al esperar despertar la atención del Premio de los Críticos, aunque hayan figurado en el jurado tantos escritores y críticos notables, pero que representaban todavía el «mundo literario», mientras que incluso las primeras obras de Beckett (donde subsistían todavía algunos rasgos que se pueden llamar clásicos) seguían siendo ajenas a los recursos de la «literatura». Pero ¿tiene necesidad de recursos la literatura? Si, como alguna vez se ha dicho (con razón o sin ella), ella tiende a su esencia que es borrarse o desaparecer, esa desecación, acaso profundamente triste, acaso también mezcla de seriedad y de sarcasmo, llama a perseverar haciéndose oír como habla incesante e interminable. A Samuel Beckett le ha sido confiado ese movimiento del fin que no acaba. En el último texto publicado, bajo su nombre y bajo el título Soubresauts (pero que, creo, no es el último), se expresa el anhelo que se formula tanto más claramente cuanto que se afirma en vano: « …de loin en loin oh finir. N’importe comment n’importe où. Temps et peine et soi-disant Oh tout finir»¹.

Desapareciendo, ¿ha acabado Samuel Beckett? ¿Nos ha dejado el dolor de hacernos cargo de lo que no podía acabarse con él? O, por una astucia que no nos sorprendería, ¿vela él aún para saber lo que vamos a hacer con su silencio, silencio que habla siempre, puesto que, por debajo de cualquier expresión, se deja escuchar la obligación de decir «esta voz que habla sabiéndola mentirosa, indiferente a lo que dice, demasiado vieja quizás y demasiado humillada como para nunca poder decir finalmente las palabras que la hicieran cesar»?

En las oraciones fúnebres que han sido pronunciadas respetuosamente para celebrar su partida, se han evocado las grandes obras de este tiempo, Proust, Joyce, Musil e incluso Kafka, obras acabadas-inacabadas, pero de donde no está ausente, en lo que no es posible apenas llamar su fracaso, «una forma de aparición de la verdad», y sobre todo una preocupación por glorificar, si no al autor, sí por lo menos el arte, llevando a su límite extremo la literatura tradicional (incluso si se la llama moderna). Pero compárense a Sartre y a Beckett, ambos enfrentados a la falsa celebridad del Premio Nobel. Ese premio, que Sartre rehusó noblemente, puede decirse que él ha hecho todo lo posible para recibirlo escribiendo Les mots, obra que, creía, merced a un trabajo sublime de retórica, haría imposible en adelante la esperanza de una obra más bella. Ensoñación conmovedora, ensoñación infantil (de acuerdo efectivamente con lo que quedaba de infancia en Sartre). Y en seguida vino el castigo por haber querido escribir (y publicar) un texto necesariamente glorioso, condena que fue la atribución del Premio Nobel del que sacó una gloria suplementaria al recusarlo. Nada de eso ocurrió con Beckett; no tuvo que aceptar ni que rechazar un premio que no coronaba especialmente ninguna obra (no hay obra en Beckett), sino que intentaba solamente retener aún en los límites de la literatura la voz o el rumor o el murmullo siempre bajo la amenaza del silencio, «esta habla igual, espaciada sin espacio, afirmando por debajo de toda afirmación, imposible de negar, demasiado débil para ser matada, demasiado dócil para ser contenida, no diciendo nada, solamente hablando, hablando sin vida, sin voz, en voz más baja que cualquier voz: viva entre las palabras, muerta entre los vivos, llamando a morir, a resucitar, para morir, llamando sin llamada» (extracto de L’attente L’oubli, que cito para acabar porque Beckett aceptó reconocerse en él).

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Dejando aparte los textos de teatro, escritos cuando quiere tener un doble, un compañero de soledad (siempre o casi siempre hay otro del que se acuerda, aunque fuere olvidándolo), hay que citar para contradecir la afirmación de ausencia de obra, hay que recordar como una sorprendente excepción la epopeya en tres cantos titulada Comment c’est, donde, de estancia en estancia igual que de estrofa en estrofa, se deja escuchar el tiempo enorme de su vida, desde la infancia y desde antes de la infancia: hay allí un ritmo, una modulación, una cadencia marcada por estribillos je l’entends ma vie, e incluso la reminiscencia de un mundo espiritual, la eternidad del tiempo sin sueño: prière pour rien au sommeil je n’y ai pas encore droit je ne l’ai pas encore mérité prière pour la prière quand tout fait defaut quando je pense aux âmes au tourment vingt ans cent ans pas un bruit² de manera que vino a inclinarse sur le côté las d’attendre oublié des cœurs oú vit la grâce endormi(e)³. Así, el objeto de la espera no es Godot, sino la intimidad donde mora la gracia de los corazones dormido(s). Por eso es por lo que se me concedió un compañero. Y de nuevo el tono épico: Le voilà donc le pas des nôtres le pas des nôtres ressassant fou lui aussi de lassitude pour en finir avec lui 4  — y, si eso está permitido, nosotros con él. Pero aún hay que esperar. Oh acabar completamente5.

1 «…de ciento en viento oh acabar. No importa dónde no importa cuándo. Tiempo y pena y uno mismo se-dicente Oh acabar completamente».

2 «plegaria para nada al sueño no tengo todavía derecho no lo he merecido todavía plegaria por la plegaria cuando todo hace falta cuando pienso en las almas en el tormento veinte años cien años ni un ruido».

3 «a un lado esperarlas olvidado de los corazones donde vive la gracia dormid(o/a)».

4 «Helo aquí pues el paso de los nuestros el paso de los nuestros machaconeando loco él también de cansancio para acabar con él».

5 Nota de Maurice Blanchot: Escuchemos bien las palabras últimas: Temps et peine et soi soi-disant — soi soi-disant no es el balbuceo o el hipo final, sino que el soi [uno mismo] no puede afirmarse sólo, si él es soi, es todavía el soi quien habla, el soi quien dice y así (humor, sarcasmo terminal) el soi-disant, el pretendidamente, el ilusoriamente soi, un simple soi-disant [se-dicente].

Escrito por: Maurice Blanchot

Traducción: Isidro Herrera

Columna: Otros Ritmos

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