Evita ser arquitecto

Escrito por: Daniel Merro Johnston

 

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Varias veces me lo han dicho, me hubiera gustado ser arquitecto.

Quizá para halagarme o porque creen en el mito de una profesión creativa, entretenida. Porque disfrutan la melancolía de un pasado insatisfecho o simplemente porque desean acercarse a una disciplina que prende bien en el corazón y tiene una cierta fama de éxito social.

Pero se confunden, lo único real es el mito.

Josephine Baker en cambio, lo tenía más claro. Le Corbusier era muy elegante, famoso y divertido, pero…lamentablemente era arquitecto.

En pleno verano tropical, el sol es magnífico, los dos juntos, delante de nuestros ojos la inolvidable, emocionante magia de Rio de Janeiro.

El 42 y yo 23. Recuerdo los paseos por la costanera, él con su traje de lino, camisa blanca con pajarita negra y sombrero de paja y yo con mi vestido verde y sombrero, radiantes y sin prisas, por la noche cena en los salones del hotel Gloria, en Rúa do Russel.

Cuando todo era una fiesta. Una semana deliciosa, el último domingo una sola conferencia y el lunes embarcamos. En el pequeño restaurant de estribor, él no se concentró en la reunión y nos dibujó con el fondo del Pao de azúcar en la propia invitación.

Era sencillo y alegre mientras me explicaba su arquitectura del futuro. En el baile de disfraces del cruce del Ecuador había dos Josephines: él y yo. Se vistió de negro con un cinturón de plumas irresistiblemente cómico. Pero señor Le Corbusier, lástima que sea usted arquitecto, qué buena pareja hubiéramos sido.

Mi amigo el cabo, que también es elegante y famoso, que le gustan las morenas como a ninguno, que le hubiera encantado viajar en el Lutetia con Josephine Baker, me confesó lagrimeando, es injusto Dani…. una preciosa camarera del Vips, dulce como la Berry,   Dani…., con quien desde hace un año compartía los desayunos de los jueves, miradas, sonrisas y comentarios intrascendentes mezclados con elaborados pedidos de café con leche con poco café y en taza caliente, un día pasó a la acción mirándome fijamente y un poco ruborizada me preguntó: eres arquitecto, verdad… ?

Me mató, Dani. El idilio se rompió sin más, porque luego de un instante de duda y sin atreverme a mentir le contesté con la voz más suave que encontré a mano: no….soy traductor.

La decepción inundó todo el suelo del Vips, dice el cabo, me congeló los tobillos para siempre y ahora casi prefiero cambiar de bar que ponerme calcetines. Es injusto Dani…qué buena pareja hubiéramos sido.

5 años después, el arquitecto suizo escribió a la diosa de ébano, lamiéndose las heridas:

Tal vez se asombre, pero el envío del Merry Christmas con su firma me produjo un placer muy vivo. Juntos recurrimos a la desdicha: acabo de pasar dos meses en Estados Unidos. Sabía que usted también estaba allí. Les pedí ayuda a algunos amigos para descubrir su refugio. No lo logré y recién encuentro su dirección, la calle 60, el día de mi llegada a París, y yo estaba en la calle 55. Imagine el placer que me habría producido volver a verla, a usted que es tan hermosa, tan gentil y habríamos podido recordar en América del Norte los buenos recuerdos de América del Sur.

No tuve suerte con usted. Me había hecho prometer en Rio de Janeiro que no la abandonaría, pero fue usted quien me abandonó totalmente…

Estos días veo al cabo un poco confundido. Una mañana me recita emocionado el poema de su ídolo checo, si uno pudiera ser un piel roja, siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz a través del viento, constantemente sacudido por la tierra estremecida hasta arrojar las espuelas, porque no hacen faltas espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera lisa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo. Pero por la noche asume su derrota y me traduce por teléfono un mensaje de Vonnegut: edúcate, acepta el desorden de la vida, lee Chejov y evita ser arquitecto a toda costa.

Dije mmm….sin pensar, como para ganar tiempo y disfrutar el poema, luego pensé decirle que respire un poco, que Le Corbusier no era arquitecto pero nadie lo sabía, que conozco varios guapos con título enmarcado que en las fiestas sólo bailan con su hermana, pero apenas me salió otro mmm…un poco cobarde esta vez, como para defender el mito.

Columna: Dérives

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