Un solo lado

Escrito por: Daniel Merro Johnston

¿Por qué he de obedecerte? le dije.

Porque soy un rey, contestó.

Jorge Luis Borges. “el disco”

FRANCE. Paris. 7th arrondissement. 35, rue de Sèvres."Atelier 35 S". Le CORBUSIER going over a design plan with one of his collaborators. 1960.

Yo allí no dibujaba, solo borraba.

Era un borrante, un no-dibujante. Enseguida me pusieron apellido, Dani Elqueborra.

_Ven a tomar un café, elque, deja de borrar un rato.

No imaginaba espacios ni desarrollaba proyectos, los eliminaba, los hacía desaparecer, los convertía en invisibles, los pasaba a mi lado, donde nadie nos veía.

No recuerdo por qué había que borrar tanto. Quizá me ponían a borrar para que aprendiera a esperar, para amansarme, como el caballo salvaje atado al palo, días y días hasta que se rinda.

Eran planos enormes en papel vegetal, con sombras, tramas, anotaciones, signos y una gran cantidad de información que yo reducía, sintetizaba, muchas veces sin el menor criterio. Esto, fuera! y esto otro, también!, escamas de papel que volaban….riqui riqui….durante semanas.

Me sentía inútil, pero elegido. Porque el jefe era el rey. Además era famoso, de los que salían en las revistas todas las semanas. Porque algunas veces me veía y me saludaba con una sonrisa.

Y porque tenía el disco, claro.

«_es el disco de Odín. Tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un solo lado. Mientras esté en mi mano seré el rey.

_ ¿Es de oro?, le dije.

_No sé. Es el disco de Odín y tiene un solo lado.»

De mis compañeros de facultad, muchos querían trabajar con él, se apuntaban a sus clases, buscaban contactos, le mostraban sus magníficos dibujos, le esperaban en la puerta. Dile que yo sé hacer maquetas de papel, que tengo pensamientos mágicos, me dijo Coco una vez, pero al rey no se le movió un pelo.

Algunos lo conseguían. Por su tenacidad, por una recomendación indiscutible o solo por azar, el disco caía del lado bueno, el único. Muchos más fueron rechazados, o solo ignorados. El disco caería con su único lado invisible. A varios de ellos los vi luego triunfando por el mundo, como a Coco en Singapur.

A Le Corbusier le pasaba más o menos lo mismo, pero aumentado al infinito. En su estudio incluso se pagaba por estar, como contó Jean Prouvé. Y a ver quién sería capaz de encontrar entre las miles de solicitudes, recomendaciones y ruegos de inútiles que solo servirían para borrar, a los verdaderos talentos que se irían escapando, escurriéndose entre aquellos, como oscuras pandillas invisibles buscando un poco de luz.

_Trabajé con Gropius, le dijo Heinz Nosselt en el año 30, pero eso no fue suficiente para que lo aceptaran.

_Me interesa experimentar con la arquitectura participativa, darle más vitalidad a los edificios modernos arriesgó Lucien Kroll en 1948. Con 21 años y mucha audacia, quien hasta hoy es un referente de la diversidad y la participación en la arquitectura, asustó a Le Corbusier en su propio despacho. Gracias, ya le llamaremos.

_Estudié en el MIT, soy Indio y admiro lo que estáis haciendo en mi país, es algo totalmente nuevo, por favor dadme una oportunidad de colaborar con ustedes, suplicó Charles Correa en 1955.

Nada de nada. Ni le contestaron.

Cuanta luz oscurecida.

Antenoche vi claramente un círculo de luz dorada que caía suavemente en el suelo de mi dormitorio.

Un segundo antes de ir a buscarlo, comprendí que había vuelto a soñar el final del cuento y me asusté más aún.

«_ En la choza tengo escondido un cofre de monedas. Son de oro y brillan como el hacha. Si me das el disco de Odín, te doy el cofre.

_No quiero, dijo tercamente.

_Entonces, dije, puedes proseguir tu camino.

 Me dio la espalda. Un hachazo en la nuca sobró para que vacilara y cayera, pero al caer abrió la mano y en el aire vi el brillo. Marqué bien el lugar con el hacha, y arrastré el muerto hasta el arroyo que estaba muy crecido. Ahí lo tiré.

Al volver a casa busqué el disco. No lo encontré. Hace años que lo sigo buscando.»

Columna: Dérives