Transiciones

Escrito por: Karin Cruz T.

En ese tránsito, en ese intermedio se juega todo, una y otra vez como la primera vez.

Siempre es una vuelta a empezar. Se parte de antes, se va hacia allá. Pero entre medias pasa toda la vida.

Ese hueco no es sin angustia, de hecho es donde se deposita el vacío. Para albergar la soledad. Ella queda sujeta por algo ajeno.

Se vuelve a partir del uno-ninguno, cada instante recrea la soledad del inicio, la ruptura del pasado, el aire de la incertidumbre.

¿Algún día viviré en ese lugar? Ese lugar es un passage.

Ese tránsito trae el aire del corte, parar el imaginario y encontrarse con uno: aquél desconocido con el que las citas son imprevistas y ocasionales. Uno sobreviene, a veces, muy pocas veces.

¿De qué trata ese tránsito? Hacer el ejercicio desde el Otro a mí, desde el espejismo a uno, desde el sentido repetido sin gracia, hacia esa nada de uno.

Cada mes, cada dos meses se prepara un nuevo contrato: un nuevo encuentro con la nada. Sin pertenencia, consigue estar al margen, porque a medias lo hace, siempre con los vestigios del miedo a toda la ausencia del Otro.

Para hacer ese re-corte hacen falta ciertas pausas.

Necesidad de arruinar al yo. El aburrimiento de la imagen intacta y los lugares comunes. Tan comunes que no pueden representar a nadie más que a todos.

Esa extrañeza sobreviene en cada estación. Es despegar al sendero de un amanecer entre nubes que desconocen lo diminuto de todo yo.

Y el encuentro es con nada. Mm aja, mmm uju, oui, si… intentando continuar. Pero si no hay nada. Nada de ese espejismo inventado. A momentos un jeroglífico que traducir para tranquilizar un fragmento del cuerpo inquieto, porque nada entiende. ¿Para qué entender algo? si nunca ha pasado el hombre por ahí para ser sujeto.

¿Por dónde pasa el tránsito?

Por todos lados y se pierde ahí.

No hay más viajes cuando se propone otra ruta. Imposible hacer ese otro viaje.

Buscando un poco de identidad nunca encuentra nada, de hecho cuando se ha dejado llevar por ese semblante francés, pierde la vuelta y se queda ahí.

Del recorte de la estructura emerge el tránsito.

Un poco más sola, un poco más acompañada, ¿hacia dónde va? Nunca se va a ninguna parte, más que dehors, el retrato desconocido.

Todos los meses o cada dos, se pretende reubicar un recorrido. Ça viene de lejos. De un lado a otro, la estancia-distancia construye.

De nadie ni de nada. Presa de la firmeza de la identidad, la moda de quelqu’un no sirve. Es mejor el encuentro con personne. La paradoja con la que vivimos un análisis.

Columna: Psicoanálisis-Clínica