Clase 3, Seminario IV, Jacques Lacan

La relación de objeto

seminario IV

Clase 3: El significante y el Espíritu Santo

5 de diciembre de 1956

Escrito por: Jorge Antolin

Pero ello, debido a que el cuerpo mismo esta sometido a -y es portador de- la dimensión significante del lenguaje. No hay cuerpo propiamente humano que no esté encajado de modo fundamental en el dispositivo del lenguaje y de la palabra. Y tampoco hay lenguaje ni palabra sino referidos a un ser de carne, hablante entonces en un cuerpo que da carne (el “Leib” de la fenomenología). La imagen del cuerpo es lenguaje y es cuerpo, está inserta en la carnalidad urdida por ese entrecruzamiento del uno al otro, del uno por el otro.[1]

(Gérard Guillerault)

Un día antes de la tercera clase del seminario de Jacques Lacan, Francoise Dolto presenta, ante sus colegas y alumnos de la Sociedad Francesa de psicoanálisis (SFP), una conferencia que se publicará bajo el título A la reserche du dynamisme des images du corps et de leur investissement symbolique dans les stades primitifs du développemente infantile.[2] Es el primer articulo de los tres artículos[3] que se consideran capitales en la obra de Francoise Dolto, capitales para la comprensión de su famosa elaboración, la imagen inconsciente del cuerpo.

Entonces, la tercera clase tiene como preámbulo una exposición bastante celebrada por colegas y alumnos. Jacques Lacan formula una tesis que le sirve para expresar la comunión entre las investigaciones realizadas de Francoise Dolto y las investigaciones de él. La imagen del cuerpo no es un objeto y además no puede convertirse en un objeto[4], dirá Jacques Lacan al inicio de su clase. Pero Jacques Lacan no se olvida de matizar que la imagen del cuerpo que no es ni será objeto, es la presentada y elaborada por Francoise Dolto. No se trata de la imagen del cuerpo, a secas y libre de interpretación, se trata de la imagen del cuerpo en la obra de Francoise Dolto.

La tesis de Jacques Lacan sobre la imagen del cuerpo es la tesis de Francoise Dolto: Desde el punto de vista de la imagen del cuerpo, el niño no está jamás fragmentado; quienes están fragmentados son los otros.[5]  La tercera clase es iniciada con aquello que el significante no puede cercar en su totalidad: la imagen del cuerpo. Lo que no resta, como dirá Francoise Dolto, que el significante tenga efectos sobre la imagen del cuerpo y viceversa. La tercera clase continúa con la descripción de la fuerza y la presencia del significante en todo, en casi todo.

Atrapado entre los significados y el significado último, entre los límites del significante y su poderío, aparece el Espíritu santo: El Espíritu Santo es la entrada del significado en el mundo. Esto es sin lugar a dudas lo que Freud aportó bajo el término de instinto de muerte.[6] La fuerza de la frase excede nuestra capacidad para dar con una formula que la contenga y no la fracture con alguna desafortunada traducción.

Nos remitimos a quien hizo de la enseñanza oral de Jacques Lacan, una trasmisión escrita; Jacques Alain-Miller. Es Miller quien estructura en títulos y apartados cada una de las clases de Jacques Lacan. En uno de sus seminarios anuales que realiza Miller, alude a esta clase en concreto: El colmo de la significación en el orden individual es el destino, que significa que el sujeto elabora a partir del reparto de lo real una significación que explica lo que se ve llevado a vivir, a experimentar. Esta transmutación es una transformación, un cambio de estatus de lo real en significante, como se indica en el capítulo III de El seminario 4, la relación de objeto, al que llamé “El significante y el Espíritu Santo”.[7] Tenemos, de lado de Miller, un colmo de la significación llamada Destino, que sucede cuando lo real transmuta en significado, pero también menciona que la primera respuesta de Jacques Lacan sobre qué es lo real (que concierne al seminario IV) es que lo real está fuera del algoritmo significante-significado, que lo real es de alguna manera previo, lo que en la experiencia psicoanalítica no se quiere saber.[8]

Jean Allouch, un importante lector de la obra de Jacques Lacan, habla del Espíritu Santo:  Verifíquelo ustedes, todas las definiciones lacanianas del falo son de este temple, son espirituales, y es lo que indica que el falo […] tiene relación con la verdad.[9] Tenemos del lado de Jean Allouch un matiz espiritual que le indica la relación de falo y verdad, aquello de lo que también, podríamos aventurar, no se quiere saber en la experiencia psicoanalítica.

Quizá haya que pensar la intervención del Espíritu Santo en relación con el falo, la verdad y lo real y toda la dialéctica en la que esos tres conceptos lacanianos podrían unirse o remplazarse. En la clase anterior, Jacques Lacan dice que el falo es un intermediario de la relación madre-hijo, advierte que aun no dirá que el falo es mediador, porque aun faltan muchos elementos para llegar a esa concepción. En tanto intermediario, entorpece. También podría pensarse el Espíritu Santo, en tanto verdad o real o falo, como aquello que entorpece la posibilidad de una relación ideal y armónica del sujeto con sus objetos.

Columna: Psicoanálisis/enseñanza

 

[1] Gillerault, G.(2005), Dolto, Lacan, y el estadio del espejo, Nueva visión: 43.

[2] Ídem: 98.

[3] Los otros dos artículos son: “Cas cliniques de régression” (1957) y “personnologie et image du corps (1958).

[4] Lacan, J., La relación de objeto, seminario IV, Paidós:  43

[5] Dolto, F. y Nasio, D., (2006), El niño del espejo, el trabajo psicoterapéutico, Gedisa: 49.

[6] Lacan, J., La relación de objeto, Seminario IV, Paidós: 50.

[7] Miller, J. (2011), La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós: Buenos Aires.

[8] Ídem:14

[9]  Allouch, J. (2006) Spychanalyse II.

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