Escrito por: Karin Cruz T.
Hace tiempo escuchaba a un profesor decir: un sujeto comienza a curarse de su yo y de toda su ortopedia, cuando por fin logra hacer una foto de las pirámides de Egipto y ya no tiene la tentación de ponerse enfrente o a un costado de la foto para salir en ella o con ella, es decir, cuando es capaz de «elegir» sustraerse de la necesidad de mostrarse al otro y a sí mismo como valor fálico.
El problema adviene entonces cuando el discurso semblante sobre la falta, es precisamente lo fálico. Es decir, cuando la sustracción de sí mismo es programada como propaganda. Cuando mostrarse «no fálico» es lo fálico.
Desde hace un tiempo que la sustracción, las reflexiones existenciales, religiones privadas, terapias alternativas, como el propio discurso sobre la felicidad y el bienestar intervienen en la posibilidad de hacer la operación subjetiva. Es decir, mostrarse no deseante, mostrarse no fálico hace de cobertura del síntoma.
Este es un fenómeno que se observa claramente en la clínica: discursos que simulan el hueco. Es la nueva Psicopatología (sabiduría) de la vida cotidiana. Con ese discurso, los pacientes, cuando vienen, piden directamente tumbarse en el diván.
Entonces, el garante universal es el propio disfraz solitario. Es cierto, la salida subjetiva es singular nunca en grupo, pero siempre ayuda que sujete una «comunidad» que no «ideologice» la diferencia.
En la clínica de las adicciones, las adicciones se han triplicado, no en número, sino que en simulacro. No porque hayan más que en otras épocas, sino que por pura sofisticación/diversificación del atuendo, esa es la reversibilidad del objeto, muy propia de lo que llamamos tóxico. Que no es más que optar por una religión privada a falta del garante universal, O(o)tro clásico!.
La ideología se presta al simulacro. En la clínica del neurótico ahí donde el sujeto fracasa aparece justamente -aparte del síntoma- la ideología.
Lograr por momentos hablar fuera de ella es bastante complicado, es toda la aspiración de cualquier neurótico analizado. No obstante, aunque debemos saber que solo se logra a ratos no se debe abandonar el objetivo.
También en el discurso sobre clínica, salud mental y felicidad se cuela la ideología. Por tanto, la gran ignorancia es la ignorancia subjetiva, en los términos que Lacan advirtió. Investidura de un sujeto como puro semblante del Otro, no pudiendo lograr ser sujeto de su decir.
Se crea una investidura de sí mismo antes de hacer el recorrido. Un sujeto se subjetiviza atravesando algo de eso que no quiere decir y dice, eso que no quiere saber y aparece en sus diferentes formas, saber perder sin identificarse con lo perdido. Saber perder sin estar derrotado.
Ahora, el tema es que el discurso de la destitución está de moda, como esta de moda todo lo que rompe el orden natural de las cosas. Si bien, es ese el punto de inicio de cualquier subjetivación, no obstante, debemos sortear, ahora, no solo la falta en sí, sino todos los artilugios con los que revestimos a nuestro deseo. He ahí la cantidad de pacientes que llegan a la clínica de las adicciones, sumergidos en un discurso adictivo, padeciendo de la sofisticación tóxica para sortear la falta. Con una fenomenología que efectivamente parece que estamos enfrente del entramado de la cancelación tóxica del dolor: operación farmakón, pero no es más que la nueva envoltura imaginaria.
Las terapias, los análisis, actúan realmente sobre el sujeto siempre y cuando no obturen la subjetividad, siempre y cuando no intenten homogeneizar la diferencia subjetiva.
Eso que durante un tiempo oíamos al interior de las reuniones entre clínicos que trabajamos con adicciones: ¿cómo «crear el síntoma» para empezar a trabajar?, actualmente no hay nadie que se dedique a la clínica que no le resulte familiar.
La clínica nos invita una vez más a escuchar cómo ayudar a hacer aparecer algo que haga hueco al relleno, para luego vérnosla con la clínica de la falta.
Columna: Psicoanálisis/clínica