Sumarísima guía del Ulises

Realizada por: Marcelo Zabaloy

Entrelazos le agradece a Marcelo Zabaloy el permiso para publicar este texto.

Episodio 1. Telémaco.

Escena, la torre Martello –serie de fortificaciones construidas por Inglaterra en la costa de Dublín para defenderla del ataque de la marina francesa– Stephen y Buck Mulligan le alquilan a la municipalidad una de esas torres; los acompaña Haines, un inglés que investiga la cultura celta. Durante la noche Haines tiene una pesadilla y sufre una alucinación sobre algo con una pantera negra; toma un revólver y dispara varios tiros por encima de la cabeza de Stephen. Este es un episodio real de la vida de Joyce (personificado como Stephen Dedalus). Buck Mulligan parodia una misa mientras se afeita y recrimina a Stephen por su duelo prolongado tras la muerte de la madre. Quieren desayunar pero falta leche. Llega la vieja lechera que simboliza la Vieja Irlanda, la Madre Grogan, un vieja desdentada. Después del desayuno cierran la enorme puerta de madera con una llave grande y pesada que Stephen guarda en el bolsillo. Mulligan se baña, Haines fuma; Stephen deja la llave sobre las ropas de Mulligan, le arroja una moneda y se aleja pensando, no dormiré aquí esta noche.

Episodio 2. Néstor

Escena, la escuela, en Dalkey, Sandycove. Stephen es profesor de historia en la escuela donde Mr. Deasy es el director. Stephen ve en sus alumnos su propia niñez en Clongowes Wood. Al terminar la hora de clase los alumnos corren a jugar hockey. Uno, Sargent, se queda para que Stephen le explique una suma. Mr. Deasy recibe a Stephen en su oficina para pagarle el sueldo y además le pide que le de una mano con sus amigos periodistas para que le publiquen una carta sobre la fiebre aftosa y las posibilidades de cura; Mr. Deasy no cree que haya que ejecutar al ganado enfermo, sino curarlo.

Episodio 3. Proteo

Escena, la playa en Sandycove. Stephen camina por la playa cerrando los ojos y piensa en el mar, la marea, la arena, las olas y el sol. Le preocupa la materialidad del mundo; ineluctable modalidad de lo visible, el pensamiento a través de mis ojos. Cierra tus ojos y ve. De repente piensa en la marea que crece y teme quedar encerrado y morir ahogado. Considera la posibilidad de visitar a su tío Richie (Goulding) pero la imagen que deprimente de la casa le hace cambiar de idea. Se sienta sobre una roca y ve unas figuras diminutas que caminan hacia él. Un perro, unas viejas que arrastran una valija, una pareja de gitanos. Stephen evoca su breve estadía en París, el regreso precipitado al recibir el telegrama de su padre : Madre moribunda ven a casa padre; la miseria, el hambre, la ruina del hogar. Finalmente recupera el ánimo y, después de pegar un moco sobre la piedra donde se sienta, se larga a caminar por la playa con rumbo a Dublín.

Episodio 4. Calipso

Escena, la casa. El personaje central es Leopold Bloom, vendedor, free-lance, de avisos publicitarios para el Freeman. Bloom prepara el desayuno para su esposa Molly que todavía está en la cama. Se le antoja un riñón y mientras se calienta el agua va hasta la carnicería. Una nube oscurece el cielo y Bloom se llena de pensamientos melancólicos. En la carnicería espera su turno detrás de la sirvienta de su vecino, mirándole libidinosamente las posaderas. Hay una pila de diarios para envolver y en uno lee Bloom un anuncio Agendath Netaim, una propuesta de desarrollo de frutales en Jaffa; lo guarda en el bolsillo para leerlo con más detalle. A la vuelta recoge la correspondencia, una carta de su hija Milly para él, una postal de Milly para su madre y una carta dirigida a Mrs. Marion Tweedy,  Molly, escrita con trazo firme. Mientras desayuna solo en la cocina, casi se le quema el riñón, lee la carta de Milly: Querido Papli, recibí las cosas que me enviaron para mi cumpleaños; la boina es preciosa, la señora me tomó una foto y la enviaré cuando esté revelada; he conocido a un joven amable que tiene un primo en Dublin.  Un súbito rumor de las tripas le anuncia que es hora de ir al baño. Sale del baño aliviado y el aire fresco y el sol de la mañana lo animan un poco. Sale de la casa, desprovisto de las llaves que ha dejado en el bolsillo del pantalón, que había usado el día anterior. Las campanas de la iglesia de Saint George, oscuro hierro sonoro, cantan ¡Hey Ho, Hey Ho, Hey Ho! Bloom viste de negro, en señal de luto por la muerte de su amigo Paddy Dignam, cuyo funeral es a las once.

Episodio 5. Lotófagos

Escena, la calle, el correo, los muelles. Bloom bordea los muelles del Liffey; tiene que ir al correo para ver si le han contestado una carta, aparentemente osada, que le ha mandado a una amante virtual, supuestamente Martha Clifford, usando él el nom de guerre Henry Flower. Efectivamente hay carta. Bloom se la mete al bolsillo y busca la oportunidad para leerla a cubierto de ojos indiscretos. Se topa con M’Coy, un pesado que le manguea una valija porque la señora es cantante y tiene que hacer un viaje. Pero Molly también es cantante, y muy buena, y debe salir de gira por Belfast la semana que viene y por esa razón Bloom, cortésmente, se disculpa por no poder prestarle la valija. Bajo el puente del ferrocarril Bloom lee la carta de Martha y la hace pedazos junto con el sobre por las dudas; más tarde piensa escribirle la respuesta. Una música lo atrae y entra a un iglesia en la que dan misa; agnóstico, judío por parte de padre (aunque el padre se hubiera convertido para casarse con una católica), bautizado protestante y supuestamente masón, Bloom considera el rito católico, apostólico y romano como un producto que vende, bien organizado; sacerdotes gordos, nada falta en sus alacenas. Lindo lugar la iglesia, fresco, oscuro y con linda música, para una cita con Martha.   A la salida Bloom se encuentra de golpe con Bantan Lyons que le pide el diario que Bloom lleva en la mano enrollado como un bastón,  solamente un minuto, para ver algo sobre un caballo que corre la copa de oro a la tarde. Bloom, para sacárselo de encima le dice que se lo lleve, al diario, que él lo estaba por tirar (to throw away). Pero el otro entiende que Bloom le recomienda apostarle a Throwaway, un caballo desconocido que efectivamente va a ganar la carrera de punta a punta, pagando 20 a 1. Como tiene tiempo antes del funeral, es a las once, Bloom decide tomar un baño reparador y se imagina anticipadamente su cuerpo desnudo en el agua y el pene flácido, el padre de miles, como una lánguida flor flotante.

Episodio 6. Hades

Escena, la calle, el cortejo fúnebre, el cementerio. Bloom sube al coche fúnebre que acompaña los restos de Paddy Dignam al cementerio Prospect en Glasnevin, al norte de  Dublín. En el coche, además de Bloom, van Simon Dedalus – el padre de Stephen – Martin Cunnigham y Jack Power. En el camino Bloom le señala a Dedalus que acaba de ver pasar a su hijo, Stephen. El padre se queja de las malas compañías, ese canalla de Mulligan por ejemplo, que rodean a Stephen. El carruaje es sobrepasado al galope por otro cortejo que lleva un pequeño ataúd blanco. Triste. Una criatura. Bloom piensa en su hijo Ruddy que apenas vivió once días. Cae un fugaz chaparrón, pero el sol viene apareciendo en el horizonte; no durará, aunque es bueno para el campo. La misa de réquiem es bastante pobretona; los deudos, pocos, la viuda y los hijos no tienen siquiera la póliza del seguro de vida que los cubra porque está hipotecada. Bloom tratará de arreglarlo. El ataúd es bajado a la fosa y empieza a ser cubierto por los enterradores; una rata gorda se cuela entre las grietas de una tumba. Haynes (no Haines el de la torre y el tiro a la pantera sino Haynes;  este  Haynes es colega de Bloom en el diario) le pide a Bloom los nombres de los presentes y anota: L.Boom (sic), CP M’Coy (notable por su ausencia), Stephen Dedalus (notablemente ausente), S. Dedalus, M. Cunnigham, J. Power y M’Intosh (incógnito absoluto). El final del entierro y breve paso por la tumba de Parnell, la tumba del jefe. Bloom deja pasar un viejo encono que tiene con el abogado John Henry Menton por una discusión que tuvieron durante un partido de bolos.   ¡Qué magnánimos que estamos esta mañana!

Episodio 7 . Eolo

Escena, la redacción del diario. Bloom tiene que cerrar trato con Alexander Keyes por un aviso; Keyes quiere renovar solamente por el mes y además quiere una gacetilla. Hueso duro de roer, pero Bloom está decidido a conseguirlo. Para eso habla con el jefe de tipógrafos y con el editor. Entra y sale gente, las máquinas hacen un ruido infernal, cranquiti, cranquiti, y los diarios salen en fila slt slt slt, el viento golpea una puerta y por todos lados hay charlas acaloradas, prisa, viento; es Eolo. Bloom va a ir a la biblioteca nacional a buscar un número viejo del Independent donde ha visto el logotipo de Keyes para reformarlo, dos llaves cruzadas, la Casa de Keyes, así dos llaves, ¿se da cuenta?–le pregunta al editor. El arte de la retórica muestra todos sus recursos en este episodio. Myles Crawford, el editor responsable, le responde a Bloom con una guarangada, si Keyes quiere una gacetilla que renueve por tres meses y si no, QMBMRCI, que me bese mi real culo irlandés. Bloom sale abochornado pero decidido. Unos canillitas lo siguen imitándolo en el modo de caminar y se burlan de él. Stephen entra a la redacción para hablar con el editor para que publique la carta de Mr Deasy sobre la fiebre aftosa. Tras el relato de un famoso discurso alguien propone que ya es hora de tomar un trago. Bloom vuelve a entrar al diario y se cruza con el grupo que baja las escaleras en tropel.¡A lo de Mooney!

Episodio 8. Lestrigones

Escena, la calle, un bar. Bloom pasa por la vereda de un restaurante y ve un mendigo parado sobre la rejilla del sótano, aspirando los vapores de la cocina para saciar un poco el hambre. Alguien pone en manos de Bloom un volante anunciando la venida de Elías, promocionada por Alexander J. Dowie, predicador norteamericano de vista en Dublín. El volante, una vez leído, va a parar al bolsillo de Bloom, hecho un bollo, y después a las aguas del Liffey, convertido en desperdicio que navega, (otro throwaway, como el caballo). Bloom reflexiona sobre los medios más adecuados para que una publicidad sea exitosa. Cinco hombres sandwich engalerados, cada uno una letra, H, E, L, Y ‘S,  se pasean por el cordón de la vereda, miseria de trabajo. Bloom compra un bizcocho para darle de comer a las gaviotas que son unas desagradecidas; se encuentra con una vieja conocida, Mrs Breen que supo ser amiga de Molly y que coqueteaba con Bloom. El esposo de Mrs Breen ha recibido una postal con una leyenda enigmática U.p.:u.p. que lo ha vuelto más loco de lo que es. Recorre los estudios de abogados de Dublín para lograr que alguno le lleve adelante un caso por injurias. Es el hazmerreír de todos. Mrs Breen le cuenta a Bloom que Mina Purefoy está internada hace tres días y que no puede parir. Bloom irá a verla más tarde. Toda clase de ideas deprimentes ensombrecen el alma de Bloom. Tiene hambre. Entra a un bar y la visión de los comensales atragantándose le repugna y sale como entró. Más tarde encuentra algo digno, lo de Davy Byrne, y allí se pide uno de queso y un borgoña. Todo el mundo tiene algo que decir del pobre Bloom. Un tipo apodado Nosey Flynn cuchichea con el barman. Bloom, ya repuesto, sale a la calle.

Episodio 9. Escila y Caribdis

Escena, la biblioteca nacional. Reaparece Stephen en la sala de lectura donde lo escuchan el librero cuáquero, Mr. Best, John Eglington y Russell (A.E.) Stephen expone su teoría sobre el Hamlet de Shakespeare; Hamlet padre, un fantasma, sería a la vez Shakespeare y Hamlet el hijo, mientras que la madre de Hamlet, asesina de su esposo y casada con su cuñado, sería la esposa de Shakespeare, Ann Hathaway. O algo así. La charla se ve interrumpida varias veces por la entrada y salida del librero que es la cortesía en persona y atiende a todo el mundo; por caso Bloom aguarda en la sala del archivo para ver si le dan el diario que necesita para su aviso de Keyes; Bloom, al entrar a la biblioteca, se ha detenido a mirar furtivamente las estatuas de las deidades en mármol (ya no están ahí hoy) para comprobar si tienen ambos orificios (lamentablemente, no los tienen). A.E. también entra y sale, hostigando a Stephen en cada intervención. John Eglington es el  único constante en su auditorio. Stephen recurre a toda su instrucción jesuita para hilvanar razones convincentes pero no logra convencer a sus interlocutores que prefieren la obra de Shakespeare antes que saber detalles de su vida privada. Además se discute si la obra de Sakespeare la escribió Shakespeare o alguien más, por ejemplo otra persona llamada Shakespeare; podía ser. En medio de la conferencia aparece Buck Mulligan, que lo ha estado esperando durante más de una hora, junto con Haines, en The Ship, donde Stephen iba a pagar unas cervezas. Mulligan se mofa de todo el argumento elaborado por Stephen y la teoría queda sin sustento (aparentemente) cuando Stephen mismo dice que no cree en ella. Al salir de la biblioteca, Mulligan y Stephen ven la figura oscura de Bloom que se aleja, llevando un diario bajo el brazo.

Episodio 10. Las rocas errantes

Escena, la calle, la ciudad entera como si fuera un mapa. De manera simultánea vemos dónde están la mayoría de los personajes que han aparecido en la novela y muchos que aparecerán más tarde; el virrey y su comitiva salen desde la casa del gobernador en Phoenix Park camino a la kermese del Mirus, a beneficio del hospital Mater, las meseras del bar del Ormond, Miss Douce y Miss Kennedy miran el cortejo por la ventana, el Padre Conmee camina leyendo un misal, sube a un tranvía, Simon Dedalus se encuentra con su hija Dilly en la puerta de la casa de empeños donde el portero hace sonar su campanilla, molestando a Dedalus, Dilly le pide plata, el padre le da una moneda a desgano. Cinco hombres sándwich, H. E. L. Y y ‘S., dan vuelta en la esquina y regresan caminando por la misma calle hacia el centro de Dublín; en la puerta de la casa de pompas fúnebres, Korny Kelleher se inclina el sombrero y disfruta de la luz del sol; Blazes Boylan compra una canasta de fruta y la manda por tranvía al número 7 de Eccles Street, donde vive Marion Tweedy, Molly, esposa de Bloom; por las aguas del Liffey, junto a unas anclas y unas cadenas oxidadas, navega un bollo de papel, un desperdicio, Elías, treinta y dos pies por segundo, una puerta se traga los pantalones amarillos de Almidano Artifoni, profesor de música y baile.

Episodio 11. Sirenas

Escena, el bar del hotel Ormond. Como un preludio se escuchan los fragmentos de las conversaciones que habrán de seguir. La música de las sirenas con sus cantos predomina en este episodio donde todo resuena, porque claro, cada cosa habla a su manera. Bloom ha caminado mucho y está cansado. Necesita sentarse un poco y comer algo sólido porque el sándwich de queso no fue suficiente. Richie Goulding en la puerta del Ormond invita a Bloom a que coman algo juntos; Bloom duda, pero da lo mismo ahí que en cualquier parte. Ha tenido dos visiones fugaces de Blazes Boylan y ahora ve que está adentro, pero él se sienta en el comedor del hotel y el otro está en el bar, haciendo tiempo, porque a las cuatro tiene una cita, pero ya son la cuatro, piensa Bloom. Lo que tenga que suceder sucederá. Es imposible evitarlo, no tiene sentido. Simon Dedalus entra al bar y saluda a Miss Douce y a Miss Kennedy. El afinador de pianos se ha olvidado el diapasón. El afinador de pianos es ciego, y joven. El diapasón, tocado por Simon Dedalus, emite un largo tono que Bloom percibe desde el comedor. Ben Dollard está al piano y Simon Dedalus canta un melodía deliciosa. El riñón está delicioso. A Richie Goulding le duelen los riñones. Richie Goulding no se habla con  su cuñado, Simon Dedalus, pero Si canta maravillosamente bien, lo admite. Bloom escucha el trote del caballo; es él, que se aleja, al trote. Todo está perdido. Lydia Douce y Mina Kennedy atienden a los clientes en el bar; Pat, el mozo, duro de oreja, atiende las mesas del restaurante, atento, atiende. Simon Dedalus canta el niño rebelde, que cándidamente se confiesa ante el cura que no es sino un capitán de la guardia disfrazado con una sotana; a la horca con el niño rebelde; hombres de bien, rezad una plegaria por él; suficiente, Bloom llama a Pat; Pat viene; Bloom paga; Pat cobra. Bloom se va.

Episodio 12. Cíclopes

Escena, la calle, el bar de Barney Kiernan. La voz de un narrador indefinido, Yo,  relata su encuentro con Joe Hynes que le contó que andaba persiguiendo a un atorrante que había estafado a un pobre viejo judío con un cargamento de té, sacado a crédito haciéndose pasar por estanciero;  la charla sigue en el bar de Barney Kiernan hacia donde el dueto se dirige a los efectos de llevarle información al Ciudadano, un voluminoso nacionalista católico que se especializa en hablar y vive de los tragos que le pagan sus amigotes. El Ciudadano se hace acompañar de un perro enorme, sabremos más tarde que no es suyo sino de un tal Giltrap, llamado Garryowen, y casi humano, según Gerty, la nieta del tal Giltrap, como se verá más tarde. Todas las glorias de Irlanda son enumeradas con gran detalle, los productos de su tierra, las telas más finas, la industria naviera, el mejor ganado del mundo que se lo llevaban los malditos ingleses; en fin, pero ya llegaría la hora de que la pérfida Albión entrerrara el hocico en el barro, y esta vez para siempre. Mientras Bloom espera a Martin Cunnigham porque se han dado cita ahí, para tratar de arreglar lo del seguro de vida del pobrecito de Paddy Dignam; pero Bloom no puede con su genio e interviene en la perorata del Ciudadano generando una discusión que termina por ganarle el odio del energúmeno que lo supone judío y cornudo, y que además está convencido, porque Lenehan le dijo que Bantan Lyons le dijo que Bloom le había dicho que le apostara a Throwaway, un malentendido, porque él no había dicho eso, que Bloom había ganado una fortuna, 20 a 1, en las carreras y que era un miserable y que no pagaba tragos de lo miserable que era pero en realidad él no pagaba tragos porque no tomaba. Al final Bloom se saca las ganas de decirle al gigantón que él era judío, tan judío como lo era su dios, Jesús, quería decir, y su padre, y el padre de todos también era judío, Abraham. El Ciudadnao, furioso, le tira una lata de galletas, vacía, pero felizmente le erra, Bloom escapa en el carruaje gracias a la intervención de Martin Cunningham y el carro sube, como una palada de tierra, hacia el cielo, en un ángulo de 45 grados por encima de Donohue’s en Little Green Street. Sobreviene, con la caída de la lata, un terremoto que se percibe en distintas partes del globo.

Episodio 13. Náusica.

Escena, la playa en Sandymount. Bloom necesitaba un poco de aire fresco; estaba tan cansado y encima con el altercado en lo de Barney Kiernan; la intolerancia era una peste nacional. Sus pies lo llevaron hasta la costa en Sandymount a la hora del atardecer; el aire era delicioso y unas criaturas jugaban en la playa cuidadas por unas jovencitas muy agradables. De la capilla de María, Estrella del Mar, surgía una música angelical; la misa del retiro espiritual para hombres. Los pecados eran perdonados. Gerty Mac Dowell, sentada sobre una roca, capta el ojo inquieto de Leopold Bloom. Los niños pelean y las dos niñeras corren detrás de ellos para hacer la paz; llaman a Gerty porque es tarde pero Gerty dice percibe que le conviene quedarse un rato más. Los fuegos artificiales de la kermese del Mirus, a beneficio del hospital Mater, brindan un espectáculo hermoso y el sol empieza a ocultarse tras el horizonte. Gerty se echa hacia atrás para ver mejor y Bloom aprovecha para ver mejor también; cada vez más se echa Gerty hacia atrás y Bloom agita cada vez más la mano que tiene en el bolsillo del pantalón; finalmente las cañitas voladoras estallan en un baño de luz y Gerty se arquea en un espasmo y Bloom, aliviado, se reprocha haber sido tan bruto. Gerty deja un trozo de algodón perfumado sobre la roca, no usa pañuelo en el bolsillo de la camisa porque el pañuelo deforma la línea del busto, pero algodón perfumado sí, y se levanta para ir a reunirse con sus amigas, pero… la bota apretada, no…¡es renga, Oh! El sol desaparece; Bloom va a recoger el pañuelo, no es un pedazo de algodón, como fetiche; comienza a escribir algo en la arena, un mensaje, con un palo; pero la marea va a borrarlo; tira el palo, se clava de punta en la arena, si uno lo intentara cien veces no lo lograría; se recuesta, qué es eso, un murciélago escapa del campanario, huesos diminutos, viven colgados en la oscuridad, suenan las campanas otra vez, por el padre Antonio y su monaguillo Andrés, una dos tres, din don dan, apenas un momento, en la roca, y dormita.

Episodio 14. Los bueyes del sol

Escena, la Maternidad del Dr. Horne. El día ha sido tan largo y han pasado tantas cosas. Leopold Bloom siente que debe interiorizarse por el estado de salud de Mina Purefoy, que espera dar a luz desde hace tres días con grandes sufrimientos. La enfermera abre la puerta del castillo y Sire Leopold reconoce el rostro joven de una dama que supo ser su vecina cuando ellos vivían cerca de otro hospital; recibido también por el Dr. Dixon, que le había curado una espantosa herida que habíale causado un dragón abominable no hacía de este día una semana, a lo sumo, Sire Leopold, exhausto y cubierto por el polvo de su errar por el mundo durante miles de siglos, aceptó de buena gana el convite que aquel le hacía de que entrara y su gusto se sirviese de los manjares de todo tipo que habíanse dispuesto en la tabla aquella en donde hallábase la flor y nata de la caballería andante, los alegres bachilleres que estudiaban en venerable arte de la medicina.  Un trueno resuena como admonición divina ante la barahúnda blasfema que conforma la asamblea de esos  nobles caballeros en festín. Bloom, grave y silencioso, estudia uno por uno a sus compañeros de mesa mientras en su mente repasa episodios distantes de su vida, y de su largo viaje de su día hacia esta noche; hay una evolución notable del discurso, desde lo antiguo, muy antiguo, hasta circunloquios no tan del todo antiguos; Sire Leopold deja de ser Sire Leopold, el errante desfacedor de entuertos, para pasar a ser Mr. Bloom, esposo de Molly, y padre de Milliscent, (Milly); el trueno trajo el chaparrón y con él  vinieron Buck Mulligan y joven Bannon, empapados hasta la camiseta, y el joven Bannon encantado con la criaturita que se está afilando en Mullingar, que trabaja de fotógrafa, tiene quince años y a quien  los padres le han enviado una boina de regalo para el día de su cumpleños,  que ella usa en la foto que él tiene y quiere mostrar a todo el mundo; el joven Stephen,  y un tal Crotter o Crofton, o Crawford, son parte de la mesa y discuten jocosamente con el Dr. Dixon sobre temas espantosamente serios, la vida por nacer, la muete de la madre, preferible o no antes que la vida del hijo, la contracepción, el aborto, las deformaciones del cuerpo humano, los gemelos pegados por la frente al nacer, su inevitable sacrificio; en fin. Mientras que todo esto sucede Mina Purefoy aúlla y se desgarra pujando un varoncito, ¡Upa, esunvarón, varón esunvarón, Upa! Que tiene la cabeza como la de un toro. Pero ella es fuerte y ha parido veinte hijos que Mr. Purefoy, decrépito empleaducho del banco de Irlanda, se ha empeñado en meterle en el vientre cada bendito año desde que se casaron, y hasta dos por año, a veces. Ah, si todos hubiesen vivido. La asamblea se levanta llena de alborozo y se regocija del parto tan feliz y por unanimidad, aunque Bloom tiene otros planes,  triunfa la ponencia de dirigirse sin demoras, falta poco para el cierre, ¡a lo de Burke!

Episodio 15. Circe

Ah, señora Circe. ¿Pero qué hacía Bloom en la zona de las luces rojas a las once y pico de la noche? Para qué querría esas dos patas, de cordero y de lechón, que termina comprando cuando la carnicería ya bajaba la persiana. Para terminar dándoselas a un perro muerto de hambre y ganarse así una reconvención de la patrulla. ¡Documentos! Después de mucho discutir Bloom logra zafar de la difícil, todo es arduo si está Circe en el medio, situación en que los agentes de policía lo tenían acorralado; solamente su astucia innata lo había salvado. Pero una voces lo llaman desde un portal y la carne era débil. Adentro lo esperan Zoe, Kitty y Bella-Bello y él, Bloom, de a ratos se convierte en ella, dominada, disciplinada, sometida a las humillaciones más viles. La fatiga, no el alcohol, que apenas si ha probado, y la angustia por cosas del presente y el pasado, sus faltas, sus vicios, sus bajezas, su padre y su mamá, las ninfas del cuadro, las cataratas del cuadro donde están las ninfas, la lámpara de gas, el abanico de Bello-Bella Cohen, Mrs. Breen, todo el mundo tiene algo que reprocharle al pobre Bloom que pasa de ser aplaudido como Virrey General de Irlanda a ser vituperado, por la multitud como el último de los crápulas; Stephen y sus amigos Lynch y Mulligan han ido también al burdel en busca de un poco de diversión.  La odisea de Leopold Bloom parece no tener fin hasta que algo, tal vez un soplo de aire fresco, lo hace recobrar la compostura y vuelve a ser él mismo, manejando con discreción y astucia una situación que estaba completamente fuera de control. Bloom arregla las cuentas de Stephen con la patrona del burdel y se convierte, ante el deplorable estado de ebriedad de Stephen, en su guía y protector; no obstante, mientras Bloom negocia con Bella Cohen los detalles de la adición, Stephen ya se ha metido en problemas haciéndose dar una trompada en la cara por un maldito soldado de su maldita majestad, un caparroja de patrulla. Los amigos de Stephen, Buck Mulligan y Lynch,  al ver que la cosa se pone densa, lo dejan tirado en el suelo, inconsciente y ponen los pies en polvorosa, para no volver a aparecer.

Episodio 16. Eumeo

Escena, la calle, a la noche; la casa de Bloom. Antes que nada, Mr. Bloom le sacudió a Stephen el grueso de la viruta, le alcanzó el sombrero y el bastón y lo alentó a  la manera típicamente samaritana, lo que buena falta le hacía; largas y largas cuadras camina el dunvirato por las calles de Dublín hasta la casa de Bloom, dado que Stephen no tiene donde caerse muerto, está golpeado, aturdido y todavía medio borracho. Mr. Bloom se siente obligado a proteger a ese hijo de otro porque ha sido abandonado por sus amigos, porque es un hijo que él no tiene; planea para Stephen todo tipo de soluciones para el día y para el futuro, dónde dormir, su casa, qué comer, algo, dónde, se verá. Y entonces recalan en un refugio para cocheros establecido por la sociedad de abstemios de Dublín, donde hay algo parecido al café y unas galletas. Y cando hay hambre no hay pan duro, pero Stephen sólo puede tragar líquidos, no masticar algo duro, ya que tiene los dientes a la miseria. En el refugio hay un marinero que cuenta las historias más inverosímiles y parece algo peligroso por lo que Mr. Bloom aprovecha la primera oportunidad para pagar la cuenta y hacerse humo con Stephen. Al andar se detienen por momentos y vuelven a caminar. ¿Y de qué charlan? Bloom, de todo y Stephen casi no habla.

Episodio 17. Ítaca

Escena, la casa de Bloom, la cocina, el patio, el dormitorio. Cada pregunta, formulada al estilo del catecismo, nos trae de regreso a una parte del día. Por eso sabemos exactamente de qué hablaron Bloom y Stephen cuando caminaban hacia lo de Bloom; cómo había hecho Bloom para entrar a su casa, ante la carencia de llaves (ambos carecían de una llave, Stephen había dejado la suya sobre las ropas de Mulligan); qué había preparado para que Stephen bebiera; qué pensaba Bloom, del agua,  mientras llenaba con agua la pava; qué similitudes veía Bloom entre la luna y la mujer; cuáles eran sus edades respectivas, las de Stephen y Bloom, y qué pasaría, cuáles serían sus edades si, siendo posible tal cosa, las diferencias iniciales se incrementaran de manera constante en proporción la misma proporción, conforme pasaran los años, lo cual era imposible, según había concluido el narrador. Y el espectáculo tan hermoso que ofrecía el cielo a la hora de la madrugada en que Stephen y Bloom se despiden: el árbol paraíso de las estrellas cargado de húmeda fruta azulnocturna. Stephen se va para no volver a aparecer por toda la eternidad; nada nos dice a dónde va a dormir, dónde va a comer; Bloom reencaminándose por el pasillo, redesciende hacia la cocina, cierra la puerta, esta vez con llave, sube al vestíbulo y choca la cabeza contra una repisa que Molly ha cambiado de lugar durante su ausencia; Bloom se desviste, relata brevemente y escogiendo los pasajes, sus actividades del día. Bloom, se acuesta con la cabeza hacia el lado de los pies de la cama y se queda dormido. Molly trata de dormir, pero se ha desvelado.

Episodio 18

Escena, el dormitorio. Molly rememora, su día, su niñez, las relaciones que tuvo con tantos hombres que ya ni se acuerda; pero sobre todo tiene en claro que pese a todo Leopold es un buen tipo, amable con las mujeres, viejas y jóvenes, con los mendigos, y que se ocupa de su familia y que no anda por ahí derrochando el dinero pagando los tragos de los amigotes; no señor, que digan lo que quieran, pero Poldy es un buen esposo. Lo que pasa que a ella le gusta demasiado coger y Poldy no le cumple; tal vez lo deprimió la muerte de Ruddy; se ha vuelto tan frío. Pero mañana se va a levantar temprano y va a comprar flores y va a llenar la casa de flores, porque Poldy le decía que las mujeres eran como las flores, y en eso Poldy, que era un meterete y un atropellado y que hablaba hasta por los codos sobre lo que no sabía, especialmente, en eso, Poldy tenía razón; sí

Columna: Otros ritmos/Traducción