El tercer hombre

Escrito por: Daniel Merro Johnston

¿Quién es el tercero que camina siempre junto a ti?
Cuando cuento, sólo estamos tú y yo. Pero cuando miro hacia adelante
por el camino blanco, siempre hay otro que camina a tu lado.
T. S. Eliot

Es la única fotografía en que se los ve juntos, en noviembre de 1971.

Acaban de ganar el concurso de arquitectura más importante del siglo XX, con poco más de treinta años de edad.

Triunfaron. Es el equipo de las estrellas, sienten la música del éxito entre sus manos y el sol brillando en su camino.

Aunque por sus caras, no estoy seguro de que sus sueños sean similares y, menos aún, el plan para conseguirlos.

Se presentaron seiscientos ochenta trabajos procedentes de cuarenta y nueve países.

El jurado, formado entre otros por Oscar Niemeyer, Phillip Johnson y presidido por uno de los más grandes entre los grandes, Jean Prouvé, eligió el proyecto que transformó la teoría de la arquitectura de los siguientes cincuenta años, dinamitó el concepto vigente de museo e hizo volar por los aires la cabeza de los estudiantes de arquitectura, que nos maravillamos con tanta rapidez como lo cuestionaron los críticos. Renzo Piano, Richard Rogers y Gianfranco Franchini se habían hecho con el primer premio para el Centro Pompidou de París.

Richard Rogers nació en Florencia aunque vivió en Inglaterra desde pequeño. Gianfranco Franchini y Renzo Piano nacieron en Génova. Se conocieron compartiendo habitación cuando estudiaban arquitectura en el Politécnico de Milán. Lo que realmente impulsó a Piano hacia la arquitectura fueron sus ganas de conocer el mundo, la curiosidad por saber qué había más allá del horizonte de su Génova natal. A Franchini, por el contrario, le llamaba la mirada interior, atender los pequeños encargos y ocuparse personalmente de sus obras desde el principio hasta el final: una especie de arquitecto clínico, generalista, muy vinculado a su barrio, a su comunidad.

A propuesta de Ove Arup, se reunieron en Londres a pensar una idea para el Pompidou, y luego de ganar el concurso establecieron la sede del equipo en París.

Gianni era el único que dominaba el francés y su participación fue vital en el desarrollo de un proyecto revolucionario y por tanto con permanentes negociaciones entre los jóvenes arquitectos y los funcionarios del gobierno.

La construcción demoró siete años y fue inaugurado con un éxito rotundo de visitantes que no ha parado de crecer en sus cuarenta años de vida.

La repercusión profesional, popular y mediática del proyecto fue inmediata y extraordinaria. En poco tiempo se convirtió en un icono de la ciudad, uno de los diez museos más visitados del mundo, y sus arquitectos se volvieron famosos. Dos de ellos se lanzaron de cabeza a ese mundo de éxito, pero el tercero eligió otro camino: bajarse del tren en la segunda estación, volver en silencio caminando tranquilamente, sentarse en su galería y disfrutar. Ese espectáculo no era el suyo. Mientras Piano y Rogers ascendían al cielo de la fama y firmaban importantes proyectos, Franchini volvió a su casa de toda la vida, enfoscada en amarillo terroso y con postigos verdes a pocos metros de su estudio, donde la Via Peschiera hace un recodo y permite ver hacia abajo el Parco Gropallo y el Mediterráneo al fondo.

En los primeros años, su autoría y participación en el proyecto Pompidou fue reconocida por todos. Luego, solo por los historiadores; más tarde, ni siquiera por sus ex-socios, que lo fueron olvidando en sus publicaciones, y finalmente su existencia comenzó a disolverse. En poco tiempo y hasta hoy mismo, el centro Pompidou es una obra de Piano y Rogers. Cualquiera lo puede comprobar. El tercer hombre quizá no existió nunca. No fue un perdedor. Ganó, festejó y disfrutó, pero no fue a recoger la copa.

Mientras Piano y Rogers proyectan y construyen aeropuertos, museos, auditorios o la sede del New York Times, dictan conferencias en universidades de medio mundo, se fotografían con presidentes, son nombrados Senador Vitalicio en Italia y Lord en Inglaterra, respectivamente, o son reconocidos con el afamado premio Pritzker, Gianni Franchini desarrolla pequeños trabajos en su ciudad, bibliotecas municipales, reformas de colegios, y comparte su experiencia con la comunidad.

El estudio de Renzo Piano tiene varias sedes, una en París y otra en New York, pero la principal está en Génova, al oeste de la ciudad, en un precioso edificio de cristal, en Punta Nave, entre Voltri y Vesima. En la misma ciudad donde vive Franchini, su amigo de toda la vida, su compañero de estudios de Milán, en la otra punta.

Creo que ambos disfrutaron el mismo amor por Génova, gozaron del mismo mar, saborearon el pesto y la focaccia, practicando cada uno su arquitectura a ambos lados del puerto y viviendo a su manera. Aunque no creo que sea lo mismo comer pizza de pie en el estudio, con las cajas de las cuatro quesos abiertas y los vasos de coca cola entre las maquetas, las pantallas y los planos del nuevo proyecto de la Biblioteca Nacional de Grecia, que comer una pizza con anillos de cebolla de Tropea y aceitunas de Taggiasca sentado con los amigos y un vino Bianchetta en las mesas gastadas de la cantina de la Vía del Tritone, discutiendo el mejor lugar para ubicar la biblioteca del barrio.

Ambos consiguieron triunfar. Es muy difícil hacerlo ante los demás, gozando de la admiración y del aplauso de todos, convertirse en un ejemplo a seguir. Pero más aún como una experiencia íntima, subjetiva y personal, sintiendo el placer de haber actuado conforme a tus valores.

Allí están, con sus pelos largos y los sueños dibujados en sus ojos: Renzo Piano a la izquierda y Gianfranco Franchini al centro, mirando su maqueta, junto a su socio Richard Rogers. Los tres fueron los autores de uno de los edificios más conocidos del mundo, y solo uno de ellos fue desapareciendo, casi ignorado hasta su reciente muerte.

Por ello escribo este texto, como recuerdo del tercer hombre, que caminaba al lado de los otros dos y que también admiro por su manera personal de buscar los sueños.

Columna: Dérives

3 comentarios en “El tercer hombre

    • Es verdad. Peter Rice fue un excelente colaborador en el desarrollo del proyecto Beauborg, junto a Ted Hapold, Povl Ahm y Gerry Clarke, todos de Arup.
      Y un grupo grande de arquitectos, ingenieros, paisajistas y técnicos de diferentes disciplinas, formaron un equipo extraordinario al poco tiempo que nuestros tres protagonistas ganaran el concurso.

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  1. recomiendo el libro UN INGENIERO IMAGINA, donde Peter Rice explica el verdadero proceso de desarrollo estructural del edificio y su continua negociacion con los franceses

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