Carta de Varlam Shalamov al escritor Alexandre Kremenski 1967

Estimado Alexandre Alexandrovitch

       Me resultó particularmente agradable recibir su libro y su carta y enterarme de la estima que usted tenia por uno de mis libros Relatos de Kolimá. Su carta merece una respuesta. Pero es necesario que rechace un cumplido inmerecido. No pertenezco a ninguna escuela “solzhenitsyana”.

       En el plano literario, tengo bastantes reservas sobre sus trabajos. Sobre los problemas del arte, de la relación del arte y de la vida, estoy en desacuerdo con Solzhenityn. Tengo otras representaciones, otras fórmulas. otros cánones, otros padrinos y otros criterios. Maestros, gustos, procedencia del material, método de trabajo, conclusión, todo difiere. Por sus temas literarios, Solzhenityn es el portavoz del clasicismo de la segunda mitad del siglo diecinueve, autores que han pisoteado el emblema de Pushkin. Y el tema de los campos de concentración no es en ningún caso pretexto de literatura, de descubrimientos literarios, de modelo de prosa. Respecto al tema de los campos, que es muy vasto, se pueden considerar cinco escritores como León Tolstoi, cien como Solzhenityn, pero incluso acerca de la interpretación de los campos estoy decididamente en desacuerdo con Ivan Denissovitch. Solzhenityn no conoce y tampoco entiende lo que es el campo de concentración.

       Para un escritor (tenga o no una gran difusión), es el punto de vista del especialista, del camarada de taller (de escritor) lo que importa en primer lugar, y no aquel del hincha de futbol. El juicio de un profano casi no tiene valor. Las leyes de la estadística de masas no son de ninguna ayuda. La literatura vive según leyes que le son propias, prosiguiendo su progresión y su recorrido.

       El escritor no tiene ninguna necesidad de la aprobación del lector básico. Si la tiene, está bien. Si no prescindirá de ella. El lector básico no le dictará ni una línea, ni una idea, y no debe esperar nada de ese lado.

       Mientras que la opinión del camarada de taller es importante, en cambio. Este último ve las simplificaciones, las reflexiones, las cosas más insignificantes que sirvieron de fundamento para el relato.

       Pero en última instancia, incluso la opinión del camarada de taller, del aliado o del enemigo es inútil, hay que decirlo, para alguien de mi edad, que no debe tenerla en cuenta. Su propio corazón es lo que debe prevalecer.

       Por cierto, veo para la prosa rusa inmensas posibilidades (no en el plano novelesco), que no podré abordar con mi pluma. ¿Qué hacer? El mundo sigue una vía que le es propia, ni los políticos ni los historiadores pueden  determinar su desarrollo. Sin embargo, quién puede prever la lección que se extraerá, después que se haya puesto al desnudo el fondo de bestialidad que resulta de las concepciones más humanistas…

       Hitler, al que le gustaba sin ningún discernimiento el romanticismo, valoraba mucho a Goethe ; en cuanto a Stalin, decía de la Muchacha y la muerte de Gorki : “Es una obra más fuerte que el Fausto de Goethe.” Esa era la opinión de los dos inventores del sistema concentracionario, humanistas : aquí Hauptmann, allá Gorki. Tanto Hitler como Stalin odiaban a los modernistas. Semejantes imponderables abrían vías a la naturaleza bestial que vive en el hombre, y que tapándose los oídos no se quiere escuchar. La terrible amenaza que se escondía en el hombre y que se mostró a plena luz del día tan fácilmente, se volvió todopoderosa – y dista mucho de ser una moda. Esta naturaleza feroz habita todavía hoy en nuestra alma. No hay más que guerras, campos de concentración.

       Nuestro contemporáneo, el gran humanista Nansen, obtuvo un inmenso éxito, no gracias a sus viajes polares o al descubrimiento del Polo Sur, sino en la política, con su Liga de las Naciones. Terminó su vida como un triunfador. Murió en 1930, tres años más tarde Hitler llegaba al poder y en 1939 empezaba la segunda guerra mundial. Eso es la política. El deseo de ser Cristo, Mahoma, de educar a los hombres.

       En términos más generales, ¿qué trabajo hacer con el relato, la renovación de la prosa rusa? En efecto, la literatura ni puede detenerse en Tolstoi, en Bunin, y tampoco en Chejov. Es para cada uno una evidencia, incluso si no se toma en cuenta lo que tiene de específico el siglo veinte : la guerra, la revolución, la bomba atómica, Hiroshima. Y el siglo veinte tendrá un juicio muy severo sobre la idolatría humana, no habrá ningún retorno posible del humanismo ruso a través de la literatura.

       Todos aquellos que siguen los preceptos de Tolstoi son unos mentirosos. Empezaron a mentir desde la primera palabra que pronunciaron. No hace falta escuchar más. Es por eso que los profesores, los poetas, los profetas, los fabricantes de libros solo pueden ser nocivos. Una vez dicho esto al pasar, para mostrar “el marco de la época”, cargado de amenazas y contra las cuales ningún Blok encontrará recursos o respuestas.

       En cuanto al núcleo del problema, el de la literatura, se sitúa en este punto (desde luego que se trata de una opinión personal). La regla de vida esencial, aquella que en setenta y cinco años terminé por adoptar es la siguiente : el hombre no tiene ningún derecho de enseñar al hombre, no puede y no debe, en la medida en que el conjunto de la literatura del siglo diecinueve permitió la aparición de profesores cuya experiencia entera conduce a los campos de concentración. Aun si estos siempre existieron, lo que sabemos desde la conmemoración de Ovidio, es que los campos se volvieron en el siglo veinte el primer principio de la existencia humana.

       Por mi parte, me aprestaba a finalizar mi vida con Shakespeare, pero la terminaré con el zapatero de La visita del capitán Stornfield a los cielos de Twain.

       Las perspectivas que se abrieron para la prosa rusa, para la poesía rusa son infinitas y cada uno saldrá ganando.

       Una parte de lo que encaro, usted lo ha adivinado, descifrado, pero hay otra que se la escapa. Eso no cambia nada de la idea que se hace de esto, de la escala donde la sitúa, de ningún modo.

       El problema de la adecuación del acto de escribir a su palabra me parece algo de una importancia extraordinaria. Es por eso que, a la vez que reconocía lo que le debo al Nekrassov innovador, a la originalidad de su estilo, desapruebo su duplicidad de principio y no retengo esta personalidad en mi lista…

       El siglo veinte menoscabó la literatura, la socavó. Ya nadie tuvo fe en ella. Al escritor, para seguir siéndolo, solo le quedaba la simulación, no solo en el terreno literario sino en la vida a través de las Memorias. el relato que abraza la vida con más detenimiento de lo que pudo hacerlo Dostoyevski en Memorias de la casa de los muertos. Estas son las raíces psicológicas de mis Relatos de Kolimá. En Occidente evidentemente, los Relatos de Kolimá no pueden tener éxito, y no es únicamente debido al cáncer de la indiferencia, como usted lo escribe. Las causas son múltiples. El cáncer indiferencia no es más que una entre otras. La lengua es igualmente un límite serio, que se vuelve totalmente infranqueable cuando se trata de la poesía. ¿Cuál es la situación de la prosa? ¿Gogol o Zoshtshenko pueden tener algún eco en Occidente? Con sus modismos, sus metáforas, todos los problemas a los que se confronta una lengua extranjera, una cultura extranjera desde hace siglos. En Occidente existen numerosas traducciones de Gogol, porque el genio de Dostoyevski le abrió el camino. Pero en cuanto a los Relatos de Kolimá, donde se intenta una nueva frase rusa sin metáforas, escrita según una rítmica, todo eso se pierde y no puede más que perderse una vez traducido.

       Es aún mucho más grave para la poesía. Me considero el heredero de poetas que usted menciona : Tioutchev, Baratinski, que abrieron nuevas vías en el paisaje lírico de nuestra época sin paisaje y sin lirismo.

       Puedo equivocarme y me gustaría un análisis de mi poesía más profesional que el que me transmitió la mayor parte de los críticos, tanto aquí como en el extranjero. Ninguna crítica abordaba el problema de fondo, pasaban al costado de lo esencial : la poesía es un mundo a parte, que tiene sus propias leyes.

       Los Relatos de Kolimá no son relatos en cuanto tales, el tema esta ausente de ellos, al igual que los personajes clásicos.

       Suprimí todo lo que que podía venir de “la imaginería” clásica. Quedan los relatos. Y más. La búsqueda en materia de prosa, como en poesía, es una tarea muy ingrata.

       El Comité Nobel, cuando defiende la prosa de Bunin, de Pasternak, de Sholojov, de Solzhenityn prosigue un combate de retaguardia. En estos cuatro autores existe una comunidad de perspectiva que no honra al Comité Nobel. De estos cuatro laureados, solo Pasternak parece  ocupar su lugar, pero su corona le fue otorgada por el Doctor Zhivago y no por su poesía. El Doctor Zhivago es la tentativa hecha por un modernista de escribir una novela realista, de volver no a los preceptos de Pushkin, no a la tradición de André Biely y de Blok, sino a la de Tolstoi, tanto por su estilo como por su moral. Resulta extraño que ninguno de los cuatro se acerque a Dostoyevski. Que sin embargo es el único escritor ruso que logró irrumpir en el siglo veinte y predecir sus problemas.

       El mismo Comité no cree claramente en Dostoyevski. Desde hace cincuenta años, los premios que se otorgan son por principio anti-dostoyevskianos. Pasternak tampoco estaba cerca de Dostyevski, sino más bien de Tolstoi, incluso en Mi hermana la vida.

       Es extraño, pero no es algo que me asombre. Porque Dostoyevski se situaba más allá de toda tradición rusa, de toda escuela artística rusa. Los años sesenta de nuestro siglo veinte vuelven incluso imposible la comparación entre la prosa de Dostoyevski, denigrada por Bielinski, y la de Tolstoi. Tolstoi es un escritor ordinario, que inventó de la nada los problemas del comportamiento individual. Dostoyevski es un genio. Ningún dopping, ningún premio Nobel permitirá el retorno del realismo.

       Volvamos a los Relatos de Kolimá. La primera razón de ser para el autor : una nueva prosa rusa.

       La segunda, no menos esencial : estos relatos presentan al hombre en condiciones excepcionales, mientras que todo lo negativo está puesto al desnudo sin reserva, ayudado por factores nuevos de una especie particularmente negativa.

       El hombre lleva en su alma un mal original, el bien en él no se manifiesta en sus entrañas, sino en esferas  mucho más elevadas.

       Por eso ese grito de animal salvaje – Auschwitz y Kolimá – es la experiencia del siglo veinte y estoy en condiciones de especificarla y de mostrarla. Porque, en la medida en que informan, los Relatos de Kolimá tienen su parte de utilidad, aunque la prosa literaria se centra ante todo en el alma del artista, su persona y su dolor.

       Soy el cronista de mi alma, solo eso. ¿Se puede escribir para que un mal dado no exista, para que no se repita? No lo creo, y mis relatos no servirán para eso.

       Todo puede repetirse y nadie impide e impedirá eso. Como puede comprobarlo, la guerra no cesa, se siguen matando seres humanos. La bomba atómica es la única garantía para la paz. Mientras tanto, y a pesar de todo hay  que escribir, inscribir. Todavía tengo numerosos temas de una gran importancia, y que nunca fueron abordados.

       La experiencia individual del hombre es de poca utilidad en la vida, pero debo escribir, incluso si eso no sirve de nada. Querría incluso trabajar el lazo que mis versos tienen con la prosa, pero en las condiciones  actuales  deberemos todavía esperar cien años para hacerlo.

       Comparadas a las capacidades de renovación de la prosa, encuentro irrisorias la ciencia ficción y todas estas obras humorísticas o satíricas. Encuentro sacrílego utilizar el tema concentracionario en un poema o en una broma. El twist “Auschswitz” o el blues “Kolimá” son para mí un sacrilegio. Utilizar el humor tiene límites, explotar a este efecto el tema de los campos de concentración se convierte en una profanación.

       La prosa contemporánea no puede nacer más que de una experiencia individual, cuando toda literatura que oculta lo esencial fue borrada, cuando todo juicio libresco, toda metáfora,  toda flor de estilo o todo postulado moral ha sido puesto a prueba por la más estricta verificación personal. Cuando todo lo superfluo ha sido tachado, todo lo que enmascara la verdad, por más ingrata que sea. Nada que ver con esas máscaras que Mikhaïlov saca de Tolstoi en su cuadro. Esas mascaras son irrisorias para el hombre que conoció Auschwitz. Irrisorio igualmente lo que cae de la montaña, cuando la estatua, que Miguel Ángel había empujado con su mano, llegó abajo, a la tierra. Todo está sometido a la prueba del alma, de sus heridas, todo esta sometido a la prueba del cuerpo, de su memoria, la de sus músculos que le recuerdan este o aquel acontecimiento. Esta vida, cuyo cuerpo entero, y no solamente el cerebro, conserva la memoria. Revelar la experiencia que uno ha hecho, cuando el cerebro se pone al servicio del cuerpo para su supervivencia inmediata y cuando el cuerpo a su vez se pone al servicio del cerebro, a la vez que conserva en sus más ínfimos meandros episodios que más bien habría debido olvidar.

       Remarque es un mal escritor, su prosa es flojona, su estilo pobre, pero como supo pegarse rigurosamente a la tradición bajo su forma humanitaria, tuvo éxito. En su última novela, tan mala como el resto de su prosa, extrae una asombrosa conclusión, cuando dice que Alemania, por su indiferencia, sirvió al fascismo, que incluso el fascismo no despertará a Alemania. Estas palabras insultantes  provienen de un alemán.¿Pero se trata de Alemania?

       No es solo en Alemania que el siglo veinte, con su problemática, intentó una experiencia. Esta problemática es muy agobiante, difícil de resolver. Pero la literatura no debe callar eso. El hombre se reveló mucho más malo de lo que pensaban los humanistas rusos del siglo diecinueve y del siglo veinte. Y no solamente lo rusos, ¿por qué ocultarlo? Los Relatos de Kolimá hablan justamente de eso.

       ¿Las condiciones? Y bien, pueden repetirse, cuando el mundo del crimen haya contaminado el conjunto de la sociedad. Con la temperatura moral en su punto más alto, cualquiera sea el régimen, el incendio mundial se producirá en veinticuatro horas.

       Nansen era un gran pacifista, dotado de un sentido práctico muy elevado, realista hasta la médula de los huesos, en cuanto a su proyecto terrestre. Abandonando  todo el resto, se consagró a la Liga de las Naciones. Fue su comisario principal y cumplió su tarea con una eficacia destacable : los emigrantes rusos, los armenios, la hambruna, la creación de nuevos Estados, todas estas iniciativas fueron coronadas por el éxito. Fue aprobado por el mundo entero.

       Nansen murió en 1930. Tuvo tiempo de entrevistarse con Mussolini, sin percibir en absoluto quién era. El putsch de Munich remite al año 1923, pero Hitler tampoco alarmó a Nansen. En 1933, los fascistas tomaron el poder en Alemania, apenas tres años después de la muerte del pacifista, y en 1939 estalló la segunda guerra mundial,  justo nueve años después de la muerte de Nansen.

       La historia mundial, a semejanza del arte, evoluciona según sus propias leyes que ningún profeta puede evaluar.

       Toda civilización puede explotar en tres semanas y el hombre ve cómo aparece ante él el rostro del salvaje. Algo  peor que el salvaje que no comete más que nimiedades, en comparación con… la opresión, la exterminación. El hombre no quiere acordarse del mal.

       Los Relatos de Kolimá dan igualmente una fotografía de los campos de exterminio. Por cierto, esta fotografía no le interesa al extranjero, que prefiere sin duda entregarse a la cosa literaria, lo mismo que nuestros historiadores.

       Una descripción literaria siempre es menos rica que una fotografía. Cada turista lo sabe bien. Pero no propongo ninguna descripción literaria. Propongo simplemente una nueva forma que establezca el hecho. Si los campos de concentración no hubiesen existido, habría encontrado aplicación de mis modestos descubrimientos a la vida corriente (como para mi relato La Cruz).

       Pero no veo ninguna razón, en cuanto a los autores contemporáneos, de eliminar el tema de los campos del material literario. Al contrario. Veo precisamente en el tema de los campos una manera de hacer oír, hacer conocer, dar testimonio de la  tragedia de nuestro tiempo. Y aquí está la tragedia : ¿cómo hombres, educados durante generaciones en una literatura humanista (“charlatanes  alborozados”), pudieron desembocar con tanto éxito en Auschwitz, en Kolimá?

       El enigma no es específico de los rusos, es sin lugar a dudas un problema mundial.

       Que haya habido, entre los “colaboradores”, alguien  del tipo de nuestro telegrafista, muchos amateurs de libros, libreros,  gente que sabe apreciar la buena poesía indica de manera inquietante, pero real, que el arte no nos hace mejores.

       No me preocupa ni el pesimismo ni el optimismo. Los Relatos de Kolimá salen de la categoría del bien y del mal. Toda forma del infierno puede renacer, y desgraciadamente los Relatos de Kolimá no lo impiden. Pero me sentiré obligado a cumplir mi deber, independientemente de las circunstancias.

       Lo saludo y le agradezco su carta. V. Shalamov

                Columna: Otros Ritmos/Traducción

       Traducido por Hugo Savino de la traducción francesa de Francine Andreieff.

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