Traducido por: Hugo Savino
Nunca creí en las palabras que terminan en «ismo», así como tampoco creo mucho en las teorías, ni en los slogans, ni en las denominaciones que hicieron furor a fines de los años cincuenta y más tarde. Todo eso se hace para los historiadores del arte o los críticos que ven las cosas retroactivamente y con distancia, y encuentran conceptos o filiaciones, y cuyo trabajo me parece muy útil puesto que abren los ojos de aquellos que miran. Pero cuando uno está en la actividad de la pintura (la palabra creación, en mi opinión, hoy debe reservarse para los modistos) es diferente : uno no trata de saber si está en la tradición, si está en la ruptura o en la continuidad de ella. Simplemente uno hace algo que corresponde a lo que siente, a una necesidad que responde a un deseo imperioso. En ese punto, uno es prisionero del presente. Las teorías antes del acto de pintar se apoyan en ilusiones. La idea misma de vanguardia, de movimiento que se adelanta al futuro me hace pensar en esa caricatura del caballero que declara : «Antes de partir para la guerra de los Cien Años…» Siempre desconfié de todas las ortodoxias, tanto la de los academicismos como la de las vanguardias. Lo propio del arte moderno es permanecer siempre abierto a lo que no se conoce de antemano.
*Entrevista «Los años Soulages». Libération, 4 de septiembre de 1989.
Nota: Se ha traducido para el Dossier: Henri Meschonnic el texto El pincel y la tinta, donde habla sobre Pierre Soulages.
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