BROKEBACK MOUNTAIN *

Escrito por: Gusen Mör

“¿No puedes casarte y tener hijos
como una persona normal?
Y luego hacer lo que te dé la gana.”

Ruego de padre…

Los vaqueros —cowboys en Norteamérica— eran los encargados de acompañar los largos desplazamientos del ganado vacuno (cow) de los secos veranos del sur a las grandes extensiones forrajeras —Una vaca necesita diariamente el diez por ciento de su peso en pasto ¡Y lo transforma en leche y carne! —

En un territorio como el Oeste de los Estados Unidos, la cantidad de ganado que, antes de los cultivos extensivos y el acotamiento de los campos, se movilizaba en busca de alimento y luego, con la aparición del ferrocarril, para ser transportado a los puertos de exportación, era inmensa, lo que hizo del vaquero armado y a caballo una figura mítica de la América profunda. Duro y valiente, era capaz de meses a la intemperie, luchando contra las inclemencias naturales, las estampidas y los ladrones de ganado.

La llegada del cine, con su desmedida capacidad de difusión, terminó de mitificarlos y las películas del Oeste, con sus también míticos actores, a imbuir al pueblo americano y más: ¿quién no jugó a cowboys?, del viril espíritu de los forjadores del imperio.

Así llegamos, después de más de ochenta años (La Diligencia de John Ford 1939) de películas “del mismo tenor y a un solo efecto”, a decir notarial, a una cercana actualidad en que un extraño director —extranjero, claro— se atreve a recuperar el género con variaciones.

Brokeback Mountain, traducida como “Secreto en la Montaña” o “Terreno Vedado”, para estimular, suponemos, la imaginación hispanohablante sin herir susceptibilidades con la verdadera: “Montaña del culo roto”, nos muestra a dos vaqueros: Jack Twist y Ennis del Mar que se conocen, en busca de trabajo para el verano de pastoreo, en un desangelado pueblo de carreteras y rieles del Wyoming de 1963. donde trenes y camiones parece que nunca se detienen. 

Contratados, aunque —primer mensaje del director— no para vacas, sino para ovejas (es un estado frío, claro), provistos de caballos, perros y armas (eso sí) y, esto novedad, una carpa y comida enlatada, una vez arreados los animales hasta los pastos —que cuando, vaqueros de vacas, eran de libre pastoreo y ahora son de protección del servicio forestal donde no se puede hacer fuego ni tirar basura— Ennis y Jack, escasos veinteañeros, se instalan con su carpa y frijoles en lata, que pronto aborrecen, y tras algunas vicisitudes con animales salvajes protegidos, terminan matando uno: ¿ciervo, alce, reno?, en todo caso un cérvido Para disfrutar comida acorde a su condición de hombres duros.

Para estos muchachos que van alternándose en las tareas domésticas del campamento y el cuidado de las ovejas, lavándose con cubos de agua del río y haciendo sus necesidades a campo (solo se sugiere pis) siempre de a uno, aunque Jack un poco mira, la vida se les empieza a hacer monótona y como no falta el Whisky —que en las películas del género al menos, solía  quedar para el “saloon” al regreso del duro trabajo—, una noche en que Ennis, tras una larga charla  de la que no se excluyen creeres religiosos y, en la que el chico que se  sugiere no pecador, decide  dormir fuera, se desata una tormenta. A instancias de Jack, se instalan juntos en la escasa carpa y, sin saber muy bien cómo —el alcohol tiene eso: desinhibe los centros inhibitorios—, terminan, o en realidad empiezan, —porque es la primera vez y de eso trata esta escritura— haciendo el amor que, en la semipenumbra de la carpa que nos propone el director, se infiere con cierta “violencia contenida” (tampoco Jack parece habitué de estas costumbres). No sabemos muy bien cómo, ahora nosotros, porque estas cosas sin las necesarias previsiones (por lo menos las primeras veces), si no imposibles, pueden ser al menos difíciles y no decimos lo de dolorosas, porque se trata de vaqueros, que ya sabemos, hombres duros.      

El despertar, a Ennis le resulta turbador y lo impulsa a un día de soledad con las ovejas (sin ningún tipo de connotaciones otras, que este film no va de eso). Y pese que, al regreso, casi noche, deciden (decide) que todo fue producto de la borrachera (“A cantarle a Sinatra” **, porque el exceso de alcohol también inhibe físicamente; y de eso…), poco después están otra vez lanzados a un amor incontrolable… y sin whisky.

Una imprevista nevada y la amenaza de una tormenta que viene del Pacífico, dicen, interrumpe el romance y exige un apurado regreso.  

Terminado el encargo se separan sin certeza de futuro. Llanto oculto de Ennis y rezos que nos pasan de esa escena (recursos del cine) a los de la su boda con Alma. Jack se va a hacer rodeos donde más tarde conoce a su futura mujer.

Durante un tiempo, cada uno a lo suyo, solo queda de aquello, un intento de Jack de ligar una noche de cervezas con uno de los payasos que en los rodeos evitan posibles accidentes a los participantes y la concreción de un enojado Ennis con la vida de familia, de su descubierto deseo (Brokeback) en la persona de su sorprendida esposa. 

Cuando años más tarde, Ennis ya con hijas creciendo y Jack casado, se reencuentran en una visita de éste, se revive una pasión de besos y abrazos en el bajo de la casa a la que Alma asiste incrédula (tal vez empezando a entender lo de las nuevas maneras del esposo) desde una indiscreta ventana y que termina con los chicos en un motel.

Siguen encuentros y desencuentros, hijo de Jack, divorcio de Ennis… hasta que la devolución de una postal por deceso del destinatario, que éste le había enviado a Jack, hace que comunicándose con la esposa, ella le cuente de un accidente cambiando una rueda del auto y que en Ennis, que sabe de las visitas de Jack al Méjico de servicios a la homosexualidad masculina, no puede dejar de reeditar imágenes de cuando, a sus nueve años, su padre lo llevó a ver el cadáver de un hombre  arrastrado por el pene hasta que se le desprendió del cuerpo por vivir con otro hombre y que siempre sospechó que lo había matado su padre.

Llegado casi el final, se supone que hemos asistido a la proyección de una película de amor, pero, sin duda, en el lugar equivocado. El lugar del padre de Ennis asesino de homosexuales, del exitoso suegro de Jack, propietario de una familia de la que Jack no puede formar parte y del hombre que los contrató y, habiéndolos espiando, no está dispuesto a volver a pagar para que ellos se diviertan mientras los perros cuidan las ovejas.

¡Si a John Wayne no lo cremaron, sus huesos deben estar revolviéndose en la tumba! 

Galicia, mayo de 2020    

  • Película de Ang Lee (2005) con Heath Ledger y Jake Gyllenhall.

**  Adaptación al medio de la expresión argentina “Andá a cantarle a Gardel”.

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