Onetti, a diferencia de los poetas en los que piensa Freud, esos que en Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre i aparecen con manos delicadas para dejar hablar en voz alta a su propio inconsciente, no disuelve de su historia los nexos perturbadores de la realidad, la realidad de Saad, conductor de Jabón ii, está dada precisamente desde sus turbulentas alianzas. Con manos toscas o afables, Onetti hará que Saad, sin reticencias, refleje en el retrovisor de su coche, sus condiciones de amor.
Sobre la elección del objeto amoroso, en Jabón, al lector se le niega incursionar en los detalles de la historia de los personajes. El lector es testigo del único gesto de Ello que Saad se precipita a definir; se detiene ante él o ella, ante Ello, naturalmente. Saad, tan pronto Ello se sube a su coche, tan pronto él mira y el desconcierto por esa presencia indefinida lo subroga también a lo incierto, se ve en la necesidad de poseer a Ello.
Desde el inicio del cuento los árboles, en especial los pinos y sus brotes, su fragancia, envuelven a Saad y a Ello. Es el perfume del jabón de pino lo que marca el ombligo de la historia, después de ese encuentro olfativo, de esa cercanía con lo que guarda la maleta de muslos negros, recula Saad de su querer saber, ahora sólo quiere abrazar a Ello, siempre y cuando el abrazo no suponga desvelar lo incierto.
Descubrir si Ello es ella o es él, pondría a Saad nuevamente en el camino, a la búsqueda de otro pasaje. ¿Qué incertidumbre condensa más incertidumbre? Ello, que es el sustituto de otro sustituto de otro sustituto, es para Saad la ilusión del relevo definitivo en su serie interminable de objetos de amor. El Ello de Saad no tiene la mala fama que describe Freud, esa mala fama que para algunos hombres es la condición necesaria para poder amar a una mujer, tampoco tiene el compromiso que limita y condiciona su amor, Ello no parece necesitar rescate, Ello no encuentra su categoría en el artículo de Freud, Ello no es, Ello necesita no ser para Saad, he ahí la única pregunta digna de formular que Saad descubre a tiempo, a tiempo para postergar.
Y sin embargo, hay mala fama: Ello porta la sospecha como carta de identidad, volviendo su asunto excepcional, volviéndose Ello vuelta fatal.
Y sin embargo, Saad.
Escrito por: Jorge Antolín y Ricardo Hernández
Ilustrado por: Ricardo Hernández
i Sigmund, Freud. Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre (Contribuciones a la psicología del amor, I) (1910), Tomo XI, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2003, p.155.
ii Onetti, Juan Carlos. Cuentos completos, Alfaguara, Madrid, 2014.