A Irina Bogdaschevski,
que supo de los corazones duros.
“Un artículo periodístico plantea la cuestión de cómo vivir un día, pero un libro plantea la cuestión de cómo vivir una vida entera” (Erhenburg)
Hay autores que hacen listas. Son su cuarta prosa.
Tsvietáieva cambia la vida, roba vida, sin retorno, el drama sin atenuantes. La literatura guarda y se lleva el tiempo.
La literatura rusa es una red. De espanto, de ojos que no ríen, locos. Enfermos de ellos seguimos leyendo.
La literatura rusa trata con la verdad de este mundo. Imperdonable. Todos quieren ser felices y la literatura es impertinente, un atadito viejo que se conserva a perpetuidad.
La literatura rusa son frases cortas de elocuente, infinita quemazón.
Y Bábel, gafas y otoño en el alma.
Dostoievski no sabía, Bábel sabía. El que elige a Dostoievski y Tolstoi por sobre Turguéniev y Chejov, no habla de literatura. Ni de Chadáiev, ni de Vrúbel, ni de Shklovski, ni de Tsvietáieva. Que tenían el hilo extremo. A ellos no les sacaron nada. Eran demasiado para este mundo, que confunde con resfrío al llanto, mundo cristianísimo de poetas idishes.
Lírica es guerra, perfecta, justa frase. Violinistas en los tejados, gentes a las que se les vuela el corazón-Chagall. Ellos supieron de la última propia venganza y de la retribución. Veían bien abajo. Hicieron una literatura de sol. Un mesías de sol esperaban. De Ucrania. Sin abejas porque en Volinia no quedan.
Borrachos y solos como Dovlátov y Eroféiev. Diarios y biografías sus oficios. Quejas santas.
Vida absoluta la literatura rusa. Potentísima vida. Sabia de muerte sin chinches. Turguéniev, el cazador, Bábel, el shlemázel.
Chejov vació. Ajmátova pudo: páginas cuneiformes de dolor y la canción para la tarde de las separaciones. Biely enloqueció. Blok murió como una planta rara. Berbérova vio tejer negocios a Nábokov y olvidarse de los amigos, de los desterrados. Shalamov en Kolimá recordó a Mandesltam. Tsvietáieva amó retratando a sus amigos y fumó durante el parto de Mur.
Literatura rusa lírica. La literatura, en sus mejores momentos, es decir «esto es».
Literatura que piensa por encima. Como Shklovski que dejó de temer leer sin ironía. Más arriba es lo simultáneo. Personajes-hombres-mujeres-hermanos dobles.
Endecha, lamento y queja. Qué triste es nuestra Rusia -dijo de sus almas muertas Pushkin. Camisa pobre de terciopelo -dice Pilniak, campera y blusa amarilla –le dio Shklovski a Mandesltam, Maiakovski se había suicidado, igual que el provinciano: los nombres de la lírica y los apellidos de los poetas repiten literatura.
Y dicen eso que dicen.
Laura Estrin: Ataditos
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