Escrito por: Hugo Savino
Los grandes modernos son solitarios, no son movimientos. Y hay movimientos. Y los movimientos hacen que algunos olviden las obras. Que olviden pensar el arte como obra. (Henri Meschonnic)
Nadezhda Mandelstam no es una escritora para lector mortificado, sufriente de seguridades, críticamente programado. Contra toda esperanza es un poema, es épica, en el sentido de que se trata de una historia que pasa por una voz, la voz de Nadezhda Mandelstam. La aventura de su vida. El tomo III arranca con un capítulo:
La poesía y los hombres: cinco puntos que se pueden leer en su continuidad:
- El lector. II. La incompatibilidad. III. Los dos polos. IV. La crítica literaria. V. Un poeta reconocido.
- El lector
“Mandelstam nunca hizo nada para atraer lectores. Tenía necesidad de un interlocutor, de un primer auditor (siempre eran varios), pero no de un lector. No se ocupaba de la educación de los lectores, como los Simbolistas, y no los reclutaba como los Futuristas, que después se convirtieron en miembros del L.E.F. [Frente de Izquierda de las Artes].” Escritor miembro de algo es escritor con vocación de educador, con vocación de silenciar al “lector potencial” al que Nadezhda Mandelstam apunta, cuando introduce la noción de respeto, y desanima el carnet de afiliación: “Pienso que Osip Mandelstam respetaba a su lector potencial, y cuando hay respeto no puede haber ni educación ni reclutamiento”. Primera incompatibilidad: no hay educación de lector. Segunda incompatibilidad: educación de lector equivale a reclutamiento. Hay una educación del y para el reclutamiento. Educar lector y reclutar es lo críticamente programado. Como el que dijo lo teológicamente programado. Donde Nadezhda Mandelstam no tendría lugar porque no es la santa patrona de ningún testimonio. Escribe la aventura de su voz. Salta de la lengua rusa al poema. El lector potencial es una frase cargada de profecía. Es un lector tan anacrónico como el que escribe, Nadezhda Mandelstam, y que espera del otro lado de la mesa. Es el que va a leer “Las palabras de Osip Mandelstam, cuando decía que iba a trabajar ‘sin obedecer, con toda independencia’, [con palabras] que podrían haber sido pronunciadas en cualquier época”. Hay un leer sin obedecer. Tal vez eso la ponga como escritora en el mismo ningún lugar del lector potencial, y será infinitamente expulsada del lector programado, políticamente, teológicamente. Un lector potencial, entonces, el que no está al servicio de ninguna base, que no obedece “directivas de funcionarios especialmente afectados a ese dominio” llamado literatura y que los mismos funcionarios consideran una superestructura. El signo está redondísimo: base-superestructura. Solo hay que inscribirse y tomar lecciones. Todos en paz. Mantenimiento del orden asegurado.
Para Nadezhda Mandelstam la lectura va por vías clandestinas. Osip Mandelstam no decía ni lector ni lectores, decía: “La gente los conservará”, “Si la gente los necesita, los encontrarán en ellos mismos: siempre encuentra eso que necesita”, los poemas. Un lector mandelstam, Osip o Nadezhda “no es contemporáneo de nadie”. El lector nadezhda mandelstam está siempre al borde de la justicia sumaria. En algún lugar recóndito un funcionario quiere preservar el estilo. Y un lector (sigo hablando del que inventó ella) no tiene jefe, tampoco es un cuadro. Compongo con sus palabras, y pongo de lo mío: ni está al “servicio de la base” ni enseña “superestructura”. Lee. En el artículo sobre el interlocutor “Osip Mandelstam dice que el poeta se dirige al lector lejano, y no al cercano”. Angustiados del lector cercano: abstenerse. No lean estas memorias. Chapoteen en las pantallas. La dosis diaria de enlaces, links, y la literatura vuelve a la superestructura. Es la paz perpetua. No es el ocio que Osip Mandelstam le cantó a Villon: “Le gustaba la ciudad y el ocio”. Nadezhda es la lectora que escribe en el tiempo presente. En su “magnífico instante presente”. De los poetas aprendió a leer “las capas profundas del tiempo”, y la lección máxima: “el poeta no debe ser un tentador”. Su lector está atento a la tentación de la posición didáctica. Una de sus preguntas: “¿Por qué Osip Mandelstam tenía necesidad de un lector? Para hacerle oír sus versos”. Un lector único: “Toda voz poética le parecía única, como un individuo, y por eso mismo imposible de ser reproducida. Rechazaba con una violencia particular los poemas escritos en ‘estilo acmeísta’, que fueron muy numerosos en los años veinte”. Que no lee un estilo, que no escribe con estilo. Lee y escribe una voz, y le pone su voz. Al mismo tiempo. Creo que cuando dice que para Osip Mandelstam no existían los problemas de “estilo porque el estilo es un fenómeno funcional y depende de la orientación general del poeta. Las palabras ‘forma’ y ‘estilo’ no entraban en su vocabulario, como tampoco la palabra ‘creación’”, y carga las tintas: “esas palabras me parecen impronunciables”, se dirige a su lector potencial. El único que le interesa. Alguien que leerá las 1200 páginas de sus memorias. Que no comulgará con escuelas poéticas, rechazará lo escrito en estilo, no aceptará las tendencias profesorales. Si lee a Nadezhda Mandelstam estará dispuesto a la incompatibilidad con sus contemporáneos. Todos le dirán que hay que arrinconarla (a Nadezhda) en el lugar de testigo. Y esos mismos se obstinarán en que este libro no sea un manual de guerra, de estrategia mayor. Y es más que eso. Libro del contra-nihilismo. Contra las fábulas filosóficas contemporáneas. Un libro para los que no buscan el poder. Para los que no quieren ser reconvertidos. Nadezhda Mandelstam frasea mucho con la palabra anacrónico, anacronismo. Que quiere decir simplemente: “vivir y servirse de conceptos que fueron extirpados de la conciencia de los contemporáneos y fueron calificados de santurronerías caducas”. El lector potencial habla con otras palabras. El lenguaje común. A riesgo de pasar por un asocial.
En Nadezhda Mandelstam esta asocialidad se hace infinita. Infinitamente convocada cuando se la lee. Tal vez ésa es la dificultad para lectores con empuje a crítico rancio, a crítico del territorio de la aprobación. Entonces, el crítico, ese tipo que, a veinte líneas por semana, acumula poder no otorgando su crítica (como diría Macedonio Fernández) o el lector crítico, ese seguidor, duda ante Nadezhda Mandelstam, no sabe si la debe leer, no sabe si darle un lugar o tomarla como mero testigo de purgas y pasar a otra cosa. A lo esencial que le soplan que debe estar en otra parte. No en estas Memorias. Acumulación de kitsch. El kitsch entra por la ventana. Entonces, finalmente, se instalarán en el recurso de la postergación para condenarla a testigo. Ruth Klüger ya lo dijo bien, hacerlos testigos para reducirlos al kitsch: “El recurso al kitsch es una manera de eludir los problemas”. En este caso, el problema, la lectura difícil, es que ella leyó, sola, se dejó transformar por el poema, y por el poema Mandelstam y escribió. Y supo que solo se pelea con los contemporáneos. Pero se lee a Dante, en el presente. El lector de Nadezhda Mandelstam, el que ella inventó, es libre, tiene el pasado a su disposición. Hasta puede aprender italiano para leer a Dante. Puede estudiar lenguas como decía Humboldt. Y tiene que arreglárselas solo con la censura de las ideas preconcebidas. Es potencial porque lee contra esas ideas. Aun sin saberlo. No acepta cacicazgos. Ya fue a la escuela, cuando correspondía. Estará siempre desplazado. Si se pone a llorar es porque quiere un lugar. Entonces, ya no lee a Osip Mandelstam. Para Nadezhda Mandelstam se lee lo que la sociedad impide leer. Su libro nunca podrá ser leído en el noticiario de los ocho de la noche. El boletín para los que pasan de la conciencia crítica a la buena conciencia. Esperanza abandonada es una poética de la lectura, del rechazo, de la fuerza del anacronismo en el parloteo de todos los presentes.
Columna: Furgón de Cola