Monzón de cuerpo en el papel

Si el cuerpo no está en la escritura, entonces no hay escritura, hay letras y palabras, y puntos y comas, pero escritura, no la hay. El cuerpo escribe y no porque sea a través de las falanges en las que terminan las extremidades superiores que ponemos las palabras en el papel -o en el ordenador en la versión contemporánea-, sino porque la carne, la piel y las entrañas, se mezclan en la tinta que marca. No hay escritura vacía de cuerpo. Una se pone en juego en las palabras, y eso no es retórica ni adorno, es más bien un saberse llovida en el papel, sin vuelta atrás. ¿Qué cuerpo es el que escribe? ¿Es el cuerpo mío? ¿Soy yo del cuerpo? ¿Soy el cuerpo? Hay algo de extranjero en mi cuerpo, en mi lengua y a la vez hay algo de lo demasiado conocido. Y en la escritura puro destilar.

En mis palabras va mi amor, y mi enojo,

mi deseo, mi goce, mi impotencia y desesperación,

va mi pena, mi entusiasmo, mi alegría y mis horrores,

van mis latidos, mis calambres, lo más íntimo y lo más sabido,

mis pausas, mis precipitaciones, y mis trotes

cualquier cosa que enrede carne, letra, y empuje.

No es una cuestión de forma porque no hay formalidad para el cuerpo, el cuerpo es más bien informal, responde cómo quiere, y su palabra atraviesa certeramente los convenios de todo tipo y condición. Cualquier otra cosa no es escritura, ésta no se adapta, no hay regla para ella, escapa a los contornos de lo acordado y esperado. Probablemente no es apta para los protocolos sociales, ni siquiera para los literarios. La escritura se escabulle de la norma y lo preconcebido. Y no hay vuelta atrás.

Qué se lee en lo que escribo no es tan importante

como lo que queda entre las líneas y lo ya descarnado

Nadie lo sabe, seguro ni yo misma

qué me llevó a poner el cuerpo por delante.

En cada escritura hay una apuesta involuntaria, lo que se hace a propósito en el texto es lo menos importante de él. Es lo que no sabemos que se cuela y se desprende en lo escrito lo que hace de la escritura lo que es. La lectura de una escritura es apta para cualquiera que no pretenda encontrar lo imposible. Es una lectura que roba el escrito al autor pero el escrito no es el sentido.

Mi escritura es una escritura que no deja de escribirse incluso cuando no hay tinta ni papel, es mi real desconocido y para el que ninguna palabra alcanza.