Una opinión sobre el neorrealismo

Carlo Emilio Gadda
Una opinión sobre el neorrealismo
traducción de Pablo Ingberg

Mis tendencias naturales, mi infancia, mis sueños, mis esperanzas, mi desengaño fueron, o son, los de un romántico: de un romántico agarrado a patadas por el destino, y por lo tanto por la realidad. Es obvio que yo le pedí y le pido a la novela, al drama e incluso a la crónica, a la “memoria”, ese algo de fascinante misterio o de apasionada pintura de costumbres y de almas que es lo único que podía ayudarme a perseverar en la lectura; una probabilidad y una improbabilidad balanceadas en mis ansias de lector, y finalmente precipitadas hacia una solución, una liberación imprevista… Y luego, cosas, objetos, eventos no me sirven por sí mismos, encerrados en el envoltorio de una piel individual, esféricamente circundados en sus aparentes confines (Spinoza diría modos): me sirven en una expectativa, en una espera de lo que seguirá, o en una referencia a cuanto los ha precedido y determinado. Me parece que expectativa o misterio no emanan de la cadena crudamente objetivante de la crónica neorrealista. En la “poética del neorrealismo”, como se me reveló por algunos ejemplos, diría que cada hecho, cada cuadro es (o sea logra ser) meollo desnudo, es (o sea logra ser) cuenta de un rosario donde todas las cuentas están yuxtapuestas y son iguales frente a la urgencia expresiva. Enumerados en serie, enhebrados en una sarta, esos hechos conectados así por “asíndeton” no resultan coordinados en una sucesión que sirva para motivarlos más profundamente, para disponerlos en una arquitectura, la que realmente tuvieron… Diría que la poética neorrealista desemboca en un cuento aestructural, de cuentas separadas.
Se puede luego creer que los temas y las figuras más vivamente presentes para los neorrealistas sólo son una parte de los temas, de los motivos, de los “personajes” que la realidad nos propone. Las figuras, a veces, se convierten en símbolos: y yo aborrezco el personaje-símbolo, como aborrezco el personaje-heraldo. Hasta en la historia historiografiada me encanta que el heraldo se esconda bajo la rica y multiforme naturaleza de un hombre. La virtud pura me irrita…, siento tremendamente las razones de su opuesto.
Y el modo en que los neorrealistas tratan sus términos es, preferentemente, el de un humor tétrico y a veces fastidioso como el de quien reclama algo de alguien y aguarda justicia, de quien se siente ofendido, irritado. Todos nos sentimos ofendidos, irritados por alguna cosa… Entonces la polémica abierta, la diatriba, el grito, la injuria son preferibles a los términos seudonarrativos de una supuesta objetividad… Tal vez me equivoque…
Otra impresión que recibí de los pocos ejemplos examinados es la de una tremenda seriedad del informe: de allí resulta en la narración ese tono aseverativo que no admite réplica, y que destierra a priori las maravillosas ambigüedades de toda cognición humana…, la ambigüedad, la incertidumbre, el “puede ser que me equivoque”, el “puede ser que desde otro punto de vista las cosas sean de otra manera”, a lo que deben incluso buena parte de su encanto las páginas de ciertos grandes moralistas, de ciertos grandes novelistas… En el infierno dantesco se encuentran hombres a los que creíamos en el paraíso: y en el purgatorio, camino al paraíso, hombres a los que creíamos indudablemente en el infierno.
Un lector de Kant no puede creer en una realidad objetivada, aislada, suspendida en el vacío; sino que de la realidad, o más bien del fenómeno, tiene el sentido como de una apariencia calidoscópica detrás de la cual se esconde un “quid” más verdadero, más sutilmente operante, como detrás del cuadrante del reloj se esconde su mecanismo secreto. Que me digan que una ráfaga de ametralladora es realidad me parece bien, de acuerdo; pero yo le pido a la novela que detrás de esos doscientos gramos de plomo haya una tensión trágica, una sucesión operante, un misterio, tal vez las razones o las irrazones del hecho… El hecho en sí, el objeto en sí, no es más que el cuerpo muerto de la realidad, el residuo fecal de la historia… Con todas mis disculpas.
Yo querría, por lo tanto, que la poética de los neorrealistas se complementara con una dimensión nouménica, que en algunos casos por mí considerados parece faltarle bastante.

1950

Columna: Otros Ritmos/Traducción