Si me encontrara en una situación apremiante en el contexto psicoanalítico y me pidieran que diera una definición de lo inconsciente que no hubiese estado formulada antes, sin deshonrar, por supuesto, lo que tal concepto plantea, diría: es una erótica constelación de lenguas en el cuerpo. No hay saber no sabido sino por efecto de la incorporación del lenguaje en el cuerpo. Las palabras no significan nada de interés cuando se trata del síntoma sino porque ellas están corporizadas. Es indisoluble el lazo de las palabras que importan, cuando los cuerpos se soportan. Su relación transciende la posibilidad de separación, no hay un amasijo o corriente de pensamientos, no son sino categorías de lengua, al bien decir de Benveniste. Y un amasijo de órganos que poseen la buena forma de un envoltorio antropomórfico no es un cuerpo. Hace falta más para que haya palabra, hace falta más para que haya un cuerpo.
El ser para la tradición filosófica, desde Descartes, no es sin el pensamiento. Su axioma: pienso, luego soy ha permeado todos los ámbitos de la cultura. El cuerpo queda en el exilio. Al menos el cuerpo que esta afectado por las palabras y que le dan su estatuto de cuerpo que goza. Un cuerpo es aquello que se goza, afirmó Lacan, para objetar, quizás, el cogito cartesiano. Su atrevimiento no quedó allí, también formuló su cogito, de menos éxito que el cartesiano, al menos hasta lo que va de siglo XXI. Su fórmula dice: soy, luego, se goza. El ser no está en el pensamiento, no está en la lengua, sino lo está a razón de una erótica que toma el cuerpo. El lugar de la lengua es el cuerpo. Allí la lengua en su otredad es operativa. La sustancia pensante y la sustancia extensa se anudan a una tercera sustancia que las interpela en la historia del pensamiento. Esta tercera, es la sustancia gozante.
No hay lenguas sino por lalengua, otro término que permite una nueva articulación conceptual para pensar la práctica analítica. Lalengua es, entonces, la condición de posibilidad del cuerpo y la palabra. Y con ella una afectación que estremece la sustancia corporal en una erótica que se goza. Por ello, las palabras no demuestran, su lógica turbada se encuentra encarnada sin que se halle distingo en su textura. Se consteliza en el cuerpo que erotiza. En ese texto que denominamos en-cuerpo, aún las lenguas se dicen para intentar cernir algo de un deseo imposible. El decir queda olvidado tras lo que se dice… dejó dicho Lacan para ofrecer esa instancia de la letra que registra lo que el cuerpo lleva como escritura. Su planteamiento atraviesa las lenguas aunque cada una de las habladas no dejen de denominarse mater-nas. Sus nociones no son una renovación terminológica del psicoanálisis. Su innovación es la inauguración de un nuevo espacio conceptual.
Asistimos a un estilo de razonar que renueva el psicoanálisis de nuestra época aunque tengan que pasar más de cien años de soledad antes de que sean modificados los automatismos de un desgano en el pensar.
Escrito por : José Alberto Raymondi