Ciertas subjetividades clínicas

Escrito por: Karin Cruz

La clínica nos muestra que muchos de los casos que recibimos en la consulta en estos días tienen una doble característica, por un lado el síntoma aparece en primera línea y con cierta espectacularidad que recubre la estructura. Y por otro, la demanda del sujeto que consulta parece inexistente o aparece muy débil.

Hablamos de la clínica de las adicciones con o sin droga, hablamos de la clínica de la anorexia mental, hablamos de una cierta subjetividad clínica.

En esta clínica el síntoma pertenece a la dimensión de lo real, o al menos así es su presentación. Durante mucho tiempo la propuesta del psicoanálisis ha sido realizar intervenciones que apelaban al orden simbólico del síntoma, sin embargo, la historia y la época nos dice que, de entrada, intervenir de esta manera sobre esta clínica, resulta problemático e imposible. Como efecto a esta imposibilidad se ha ampliado la idea de inanalizabilidad de estos pacientes.

Hoy sabemos que reducir simplemente esta clínica a un diagnóstico de neurosis o psicosis ordinaria no es el problema, así como tampoco determinar la condición teórica de analizabilidad -aunque también- no obstante, el objetivo es reubicar el oído de quienes escuchan lo que dicen -y no dicen- los pacientes para replantear la posibilidad real de un tratamiento.

Por lo tanto, ¿Qué quiere decir que el síntoma tapa la estructura y que la demanda parece inexistente?

Significa que no tenemos la división subjetiva desde el comienzo.

La presentación entonces, es de un síntoma-solución. Esto es lo que trae el paciente. Es un tratamiento previo que el propio sujeto ha hecho de su estructura fundamental y que constituye para el sujeto cierta estabilización.

Es una clínica que no incluye ciertamente el elemento de sufrimiento, sino que se establece la dimensión egosintónica del síntoma.

En este registro se presenta como una escritura sintomática que no ha sido producida para que alguien la lea. Podríamos decir, que es una no-demanda.

Entonces, la pregunta que surge es ¿cómo transformar una escritura que no quiere decir nada en una escritura que pueda ser dirigida a Otro?

Lo cierto es que hay un hecho que podemos constatar en esta clínica: y es que el que pide la cura no es el sujeto, es Otro quien demanda.

Esta es una cuestión a pensar. Hay Otro que demanda. Entonces, la lectura posible es que sí hay una demanda, se trata de una demanda de Otro, no del sujeto.

¿Se puede trabajar con ese Otro para producir efectos sobre el sujeto?

En determinadas circunstancias la rectificación del Otro «familiar»produce cierto cambio en la posición del sujeto. Considerando precisamente que son vínculos que padecen de una innegable dependencia.

En un inicio el síntoma en el sujeto permanece hermético, parece no hacer ningún lazo, no obstante, cuando hay un movimiento del Otro, se produce un efecto de modificación «parcial» en la posición del sujeto. Por tanto, podríamos decir que estos síntomas tienen un punto de permeabilidad respecto al Otro.

En la mayoría de los casos sino damos a esos Otros algo para «morder», toda intervención con el sujeto es insuficiente.

La clínica nos enseña que en ciertas toxicomanías y anorexias graves, cualquier intervención de palabra con el sujeto se ha eclipsado. Por tanto, la intervención en acto toma un relieve importante. En ciertos momentos la operación es una «parenterectomía», en palabras del psicoanalista Domenico Consenzo.

Este corte, recorte: intenta evitar que toda la angustia de los padres recaiga sobre el hijo, angustia que no hace más que fortalecer el síntoma.

Los movimientos de la anorexia mental y de la toxicomanía, a un nivel, son movimientos anti- separación. Rechazo del destete, lo llaman otros. Esto quiere decir que a un nivel el sujeto no quiere dejar la conexión con su objeto de satisfacción. A otro nivel, quiere dejar de sufrir por el no-encuentro con el Otro, por la imposibilidad de encaje. Por tanto, estos sujetos no encuentran la manera de ubicar una posición sexuada.

En el lugar del fracaso de la posición sexuada el sujeto responde al dispositivo de la subjetivación con la operación de la anti-separación de su objeto de satisfacción. Operación farmakón en la adicción, operación del «cuerpo de la imagen» (Miquel Bassols) en la anorexia mental. Como una manera de rellenar el agujero de lo real.

Una vez activado el dispositivo, el sujeto queda cada vez más desprovisto del lugar de la palabra y de la posición sexual -ese lugar que inyecta la imposibilidad, la diferencia, la falta del Otro- poniendo en marcha la ortopedia: una relación libidinal con un objeto inanimado: espejo, tóxico, etc.

Toda la conducta rutinaria de comer y no comer, por ejemplo en la anorexia mental, todo ese ritual, le permite al sujeto estar lejos de lo que más le angustia: la discontinuidad humana, la desarmonía. Aquí falta el velo fantasmático que permite tramitar de alguna manera lo traumático.

La operación, por tanto, sirve para hacer hueco, pero no es un espacio en falta que posibilite una subjetividad sino que es una operación de vacío rellenado, con la función de tapar el agujero en el Otro.

En el caso de la anorexia es hacer hueco para llenarlo de imagen, cuerpo de la imagen. Se hace hueco con el cuerpo de la imagen y es una imagen fija.

Ese ritual de la anorexia y de la adicción viene a encuadrar una cosa más y es: la especial dificultad de estos pacientes con el tiempo, en cuanto al intervalo, al entre, a la transición, el pasaje, el cual se tramita con la necesidad de llenar y programar. Es en ese tiempo del intervalo donde generalmente se ubica la cita con el síntoma.

El tiempo entre dos significantes es muy angustiante. Y precisamente es el momento donde surge el sujeto. La dimensión del intervalo, de la espera se interrumpe, fracasa. Estos sujetos intentan rellenar y controlar el tiempo de la transición subjetiva, boicoteando toda posible subjetivación. Recreando una ortopedia identificatoria de pura y constante repetición.

El efecto de sujeto se produce en el intervalo, y en estos casos ese intervalo se rellena, por esta razón con estos pacientes tenemos cierta dificultad para ubicar la estructura del sujeto.

Es una clínica del acontecimiento del cuerpo, sin efectos de resonancia semántica o asemántica. Acontecimiento del cuerpo pero bajo anestesia.

En la anorexia, la cita con el espejo, el desencuentro es real. Se desencadena algo que no es del orden dialéctico. La imagen no funciona como significante, no tiene estructura simbólica, es una relación fija, no dialéctica. Y desde ahí sus respuestas son siempre las mismas. Es una ruptura del matrimonio con el falo, nos dice Lacan sobre la toxicomanía, ruptura con el saber, se desancla el lazo con el Otro.

En el espejo la percepción siempre eclipsa la estructura de producción, en la anorexia el problema es con ese punto ciego del dispositivo de la imagen. El cuerpo de la imagen se superpone.

En el seno mismo de la imagen corporal se encuentra el objeto a, que descompleta cada uno de los efectos de la imagen. Esa es la humanización de la imagen. Eclipsado por el cuerpo de la imagen en la anorexia ese hueco se tapona.

Lo imaginario es el cuerpo -no el organismo-, el cuerpo está capturado por las redes del lenguaje. Es decir, la imago -del primer Lacan (1938)- condensa lo imaginario de la forma y la ficción de verdad del lenguaje. Donde se instalan identificaciones como los objetos de satisfacción para la pulsión, por lo tanto para el ser que habla, el poder de la imagen tiene efectos de goce sobre el cuerpo. En el caso de la anorexia el cuerpo de la imagen recubre. Falta el enigma que permite el diálogo.

¿Cómo permitir entonces un pasaje del sujeto al discurso?

En clínica, sabemos que no hay un cambio hasta el momento de la emergencia de la dimensión de la angustia. Algo del goce se pierde ahí. Con la emergencia de la angustia el sujeto ya no puede percibirse como amo de su cuerpo, se produce una discontinuidad. Entonces, puede surgir una palabra. Una palabra inquietante.

Ese es un pasaje.

Consenza, Domenico (2013). «El muro de la anorexia». Editorial Gredos. Madrid.

Columna: Psicoanálisis/clínica