Escrito por: Ricardo Hernández
En esta historia son tres los varones iraníes que modelan su trato, pasando ininterrumpidamente de lo escaleno a lo equilátero y viceversa.
Para uno de los vértices la nieve, su presencia y abundancia, es indispensable para vivir sin frio. Para otro la nieve es motivo de incomodidad y hace lo posible por atravesarla rápidamente. El tercero es un vértice humillado que aguanta, independientemente del ánimo del clima, los escupitajos de los otros como lo hace el campo de beisbol.
Del juego de ese triángulo iraní y sus superficies varias va la película de Saman Salur: “Unos kilos de citas para un funeral” ó “Unos kilos de dátiles para un funeral”, la acepción que más guste es pertinente. A ese trío de caballeros lo acompañan tres mujeres, medio ausentes, que junto a la nieve harán de escenario para explorar el amor.
El papel de los espejos, reflejos y destellos, es primordial en la historia. De alguna manera los protagonistas, siempre en búsqueda de calor, usan como brújula esos cristales esperando algo que aparentemente sólo una mujer les revelará.
“No sabía que hablar con una mujer podría ser tan difícil.”
Sadry