Escrito por: Ricardo Hernández
“Sólo estoy tratando de establecer la rutina perfecta de la suerte”, así responde Daniel a su enamorada Ellen al cuestionarle ésta por el contenido de una pequeña libreta. Lo escrito en ese cuadernillo rojo y negro es encantador, Daniel apunta allí las características que rodean las apuestas que hace a los caballos de carreras. Qué día es, a qué hora se ha levantado, qué ropa utiliza, si se calza primero la bota izquierda o derecha, si el calcetín lleva doblez, de dónde ha obtenido el dinero para comprar el billete, con quién se encuentra, cuántos pasos ha dado para llegar a la casa de apuestas, entre otros detalles, son indispensables para ir armando una estrategia ganadora que atienda los caprichos misteriosos del azar. Evidentemente, además de registrar las peculiaridades previas de cada apuesta, Daniel se cuida de las trampas clásicas que el destino tiende para arruinar los triunfos, evita cruzar los ángulos que surgen cuando las escaleras descansan sobre los muros y evade las malignas líneas de la banqueta.
En la cinta Women talking dirty, de Coky Giedroyc, Daniel hace de engarce entre Ellen y Cora, dos jóvenes escocesas. Es entre ellas que surge una robusta amistad, ambas admiran a la otra, una envidia que la otra tenga un hogar lleno de ruido con dos pequeños hijos. La otra envidia que su amiga trabaje en una agencia de diseño y gane muy bien. La admiración mutua no excluye el repudio, de eso va esta película, de las contradicciones inherentes en las relaciones afectivas y sus repercusiones.
Quizás las dos mujeres también están intentando, con cuadernillos de color propio, comportarse de tal manera que la suerte les sonría pero, cómo sonríe la suerte.