La risa de Kafka

Al finalizar el hermoso prefacio a una antología italiana de textos de Kafka, Elémire Zolla volvía a citar la anécdota ya contada por Thomas Mann: cuando Kafka leyó a sus amigos el comienzo de El Proceso, empezaron a reír inconteniblemente y el propio Kafka no pudo dejar de sumarse a ellos.

En su introducción, Zolla decía que Kafka había dado la prueba de un mal de naturaleza “novísima”, que no era ni infernal ni ligado a la Pasión de Cristo: “la existencia aparentemente inocua, levemente fastidiosa, inexplicablemente fascinante de la idiocia.”¹

Los comparsas del comienzo de El Proceso son inocultablemente idiotas y a la vez fascinantes; porque si carecen de inteligencia y son indiscutiblemente torpes y ridículos, algo en su actitud y en su indiferencia invasiva, pegagosa, evoca el aliento obsceno del cuerpo del demonio.

¿Qué causa la risa?

En El Proceso, mientras su pasivo agonista intenta con creciente angustia y de una manera tan ineficaz como patética conservar su dignidad, todos los que lo rodean, vecinos y guardianes, se mueven con la mecánica desubjetivación del idiota. La carcajada con que es recibido su pedido de desayuno insinúa malignidad; pero, de repente, los guardianes, rodeados de curiosos que observan y nada dicen, se muestran a la vez amables y profundamente indiferentes: la autoridad, dicen, está en otro lado y ellos son simples guardianes que nada saben…

Uno de ellos le da minuciosas explicaciones no pedidas sobre el destino de su ropa cuando la lleven al depósito; Joseph K. intenta pensar pero no puede, ya que:

“sin embargo, en presencia de aquella gente no podia pensar siquiera; una y otra vez el segundo guardian —solo podían ser guardianes— le daba con la barriga de una forma casi amistosa, pero si levantaba la vista veía un rostro seco y huesudo — que no concordaba con aquel cuerpo grueso— y de nariz fuerte y torcida, un rostro que, por encima de su cabeza, se entendía con el del otro guardian.”²

¿Por qué reímos de la idiocia? ¿Por qué reímos ante la torpeza maligna?

Pero ¿reímos de la idiocia, reímos de la maligna torpeza o, más bien, en el seno de ambas magnitudes, patéticas y confusas, algo se desencadena bajo la forma de risa?

Es esa barriga absurdamente amistosa, es ese rostro seco que no concuerda con el cuerpo gordo, una y otro, los que desencadenan (este verbo es irreemplazable) una mitigación del sufrimiento del lector que ve, como si estuviera tras un vidrio esmerilado, a un ser que es, de golpe y sin remedio, desposeído de toda intimidad.

¿Es esta una explicación de la risa? No, la risa tiene algo de inexplicable, tan inexplicable como el mal, tan inexplicable como la intemperie, la estupidez o la genialidad. Lo cual explica la risa: ella es una reacción inexplicable ante lo inexplicable.

1.– Zola, E.,“Prefazione” en Kafka, F.,Confessioni e Immagini, Mondadori, Milano, 1960.

2.-Kafka, F., Obras completas, tomo I , Novelas, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1999, p. 465.

Juan Ritvo: Imprudencias Breves