Escrito por: Pierre Soulages
Traducido por: Hugo Savino
A través de una carta dirigida a Henri Meschonnic*, el pintor Pierre Soulages entrega las reflexiones que le inspiraron los dibujos de Victor Hugo.
Mi estimado Henri,
Después de haber tomado algunas notas, acabo de releer una parte de lo que se dice desde hace un siglo sobre los dibujos de Hugo (a menudo son pinturas, aguadas no menos pintura de lo que puede serlo la pintura china). Esta lectura me habría disuadido de agregar algo más a esta avalancha de análisis, de comparaciones, de apreciaciones, si usted no me hubiera insistido tan amigablemente para que le envíe estas pocas reflexiones. Los dibujos de Hugo que verdaderamente me interesan son aquellos en los que utiliza herramientas y procedimientos que inventó con una libertad creadora impresionante y fuera de los oficios aprendidos. Libertad mucho más notable en la época del academicismo, donde la pintura se quedaba atada a un oficio tradicional y artesanal. Muchos se anticiparon a los procedimientos surrealistas sistemáticamente puestos a punto para hacer que aparezca una figuración, para ver venir cómo se hace, en manchas de tinta, una aparición. Esta posteridad no es sorprendente; que los pintores surrealistas tan cercanos a la poesía de los poetas (la poesía de las palabras más que de las formas) hayan encontrado a este hombre del verbo que es Hugo está en el orden de las cosas. La figuración como se dice actualmente, las imágenes están ligadas a las palabras. Y el sentido flotante de una imagen a menudo precisada a través de las palabras : el título. A veces incluso, es la palabra la que la transforma en símbolo, por ejemplo : tal imagen de una ola que rompe titulada por Hugo «El destino». La pintura surrealista ha sido calificada a menudo de literaria y por oposición a veces se ha relacionado de manera abusiva la pintura abstracta con la música… No quiero entrar en este debate pero hay que hacer notar que los surrealistas siempre mantuvieron a distancia la pintura que vive fuera de la representación, fuera de las imágenes. Y en este orden de ideas es interesante acordarse de los juicios de Breton sobre la música, y la pintura llamada abstracta.
En el transcurso de las preguntas sobre los avatares de la pintura o de las manchas de tinta, hay dos caminos que divergen, dos conductas : la que se dirige hacia la imagen (la de Hugo y muchos otros) y la de una pintura que encuentra su razón de ser en los poderes de las cualidades fisonómicas de las formas pintadas (colores, valores, transparencias, opacidades, materia, proporciones, etc., organización de donde nace el ritmo, la luz, el espacio) que la llegada de la imagen compromete en una descripción. Actualmente, muchos encuentran más interés en esta vida de las formas que no pasa a través de la imagen.
Pero la calidad de la pintura de Hugo, su especificidad, son independientes de sus prolongaciones y de sus antecedentes. No creo que estas comparaciones sean una ayuda. Es evidente que el Hugo pintor no es Rembrandt ni el Hugo escritor es Chateaubriand. Me siento ajeno a ese tipo de acercamiento a una obra.
Mi estimado Henri, la hago extensivo a Régine, les dejo toda mi amistad.
Pierre Soulages
15 de enero de 985
PD – Una breve observación técnica : la aguada es un medio que se presta para la aparición de imágenes fortuitas más fácilmente que el dibujo mucho más dócil a la mano que guía.
La imagen que aparece en la materia misma, tinta o aguada que la suscitó y produjo, tiene una presencia, una fuerza de persuasión, una existencia, que le da al sueño más realidad que la imitación, la copia, de un modelo real o imaginario. Montaigne ya lo había observado : una esponja «empapada» de colores y lanzada por despecho contra un cuadro que representa a un perro «cansado y agotado», puede borrar todo, «darle al cuadro eso que el arte no pudo lograr» (Ensayos, Libro I, capítulo XXXIV).
Ausone cuenta también la historia de un pintor que pasa la esponja sobre la imagen de un caballo cuya espuma no estaba lograda pese al acabado de los retoques.
Las dos anécdotas difieren. En Montaigne el toque de esponja era el despecho para borrar todo. El azar contraría la intención, se opone a ella. Produce lo que no se esperaba. Y está también el logro : el toque de esponja cae en el buen lugar. Es la intervención de la suerte. En las dos anécdotas, ya hay una imagen presente – caballo o perro – que hace vacilar la mancha de una esponja en una lectura figurativa.
En los dos casos, la coherencia de las formas sometidas a la física de un líquido proyectado por una esponja, les permite ser más verdaderas que una imitación. Nuestra imaginación encuentra más verdad imitativa en formas que no imitan sino que tienen vida propia.
Pero no siempre abandonamos el terreno de la pintura-imitación.
16 de enero de 1985
*Entrelazos cuenta con un Dossier dedicado a Henri Mischonnic. Al día de esta publicación, 27 de marzo del 2020, se ha publicado en dicho dossier el texto El pincel y la tinta, donde habla sobre Pierre Soulages.